Francisco Adán.
Las declaraciones del Papa me han llamado la
atención. Primero porque, no hace mucho, hablaba con un fraile benedictino
sobre las reformas de la Iglesia. ¿hasta dónde se puede llegar? Fray Jose Antonio
no veía mal las reformas pero sí que es cierto que los cambios no han de
deformar tanto la Iglesia que, de tal forma, acabe por ser irreconocible. Las
famosas líneas rojas. El problema viene cuando hay que delimitar, qué son
líneas rojas. Desde mi punto de vista, las líneas rojas las encontramos en las
enseñanzas de Cristo, no puede haber otras. En jerga legal sería algo así como
el ‘ius cogens’ en derecho internacional público.
Y el Papa Francisco entiende que dar a la mujer
un nuevo y fundamental papel en la Iglesia Católica no supone una ruptura de
las enseñanzas cristianas, como tampoco lo es volver a nombrar a los
homosexuales como conjunto de personas a las que no hay que discriminar. Algo
evidentísimo. Lo que no alcanzo a entender es la necesidad de decir “yo no he
sido de derechas” como queriendo justificar estas medidas desde un punto de
vista político-ideológico.
Parece una declaración hecha en exclusiva para
España, donde hasta tomar el sol puede ser encasillado en una tendencia
ideológica. Por una serie de avatares de la ingeniería de la demagogia donde
la izquierda, ciertamente, está a años luz de la derecha, hemos acabado por
encasillar cualquier aspecto apolítico en bandera ideológica de izquierdas o
derechas.
Como si ser homosexual o heterosexual fuera una
decisión ideológica, como si la cuestión de la presencia de la mujer en la
Iglesia fuera una cuestión de izquierdas o derechas. Es una cuestión puramente
clerical, Dios quiera que no entre el cansino encasillamiento de izquierdas o
derechas en la Iglesia.
Esa polarización de los aspectos más
irrelevantes de la vida cotidiana en ser de izquierdas o de derechas ha llevado
a entender que ser republicano es ser de izquierdas, ser creyente es de derechas
o ser homosexual es ser de izquierdas y no serlo es de derechas.
Hemos caído tan de pleno en esta trampa
simplista que algunos de derechas entienden que estar a favor de las uniones de
parejas del mismo sexo es una clara característica izquierdista y algunos de
izquierdas entienden que todos los de derechas creemos que hay que lapidar a
todo homosexual. Esto lo he vivido en plena carne cuando una chica me
preguntaba “¿tú educarás a tus hijos en el odio al homosexual?”. Claro, guapa, y
tú los tuyos en la tolerancia y no prejuicios.
El Papa puede no ser de derechas, en todo caso,
Dios es apolítico.
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