Tres años duró su calvario y tres años su desaparición. Después de soportar y padecer una cacería inmisericorde, dónde poderes fácticos y mediáticos pusieron el foco en la Comunitat Valenciana para ponerlo todo patas arriba, el President Camps ha vuelto al ruedo. Aprovechando la publicación de su tesis doctoral sobre sistemas parlamentarios comparados, auspiciada por la Universidad Católica de Valencia, Francisco Camps ha decidido atreverse a bajar de nuevo a la arena y exponerse otra vez a la opinión pública. Supongo que con ganas, y muchas, de desquitarse y poder pronunciarse sobre su injusto martirio.
Al parecer de este cronista, le asiste todo el derecho del mundo. A desahogarse y a poner en solfa todo aquello que considere oportuno y necesario. Es humano y ético reivindicar una dignidad ultrajada y una trayectoria honesta. Faltaría más. Y el President Camps tiene incluso el deber de hacerlo, ya que no se recuerda por estas latitudes tal cacería política y personal hacia un dirigente público. Muchos cañones mediáticos de Madrid y casi todos los rifles peridísticos valencianos apuntaron a la presa fácil y desarbolada con una acritud y sectarismo sin precendentes. En mi memoria tengo las actuaciones de El Mundo y La Sexta como algo inaudito.
Que por dos trajes pagó el pato de ser el primer caso televisado de las ínclitas corruptelas que han arrasado este país, correcto. Pero nada comparable a los cientos de imputados y miles de millones defraudados acaecidos en Andalucía o Madrid. Que no se quién, desde los cenáculos de la villa y corte, decidió despejar al córner de la Comunitat Valenciana toda la porquería que subyacía en los Madriles y en los resortes del poder -dígase Gurtel con Esperanza Aguirre o Bankia con Rodrigo Rato- para salvarse de la riada y distraer al personal y al circo mediático con la torpeza de un sastre de chiste y dos trajes baratos. Así se dio carnaza a la caverna sectaria periódistica y la falsa progresía jacobina mordió el anzuelo, y ya no lo soltó.
Que Camps es culpable de una época y unas maneras de ejercer el gobierno que ya nunca volverán, de acuerdo. Que la alegría y el dinamismo facilitó que muchas decisiones se tomaran a la ligera o de manera impune, vale. Que la debilidad y miopía de ciertos políticos y gestores hicieron que todo el establishment cayera sin opción de redimirse, correcto. Que un gigante con pies de barro, como se pretendía Valencia, desbarró ante tanta falta de atino político y por sucumbir a una campaña mediática atroz contra todo aquello que olía a valenciano, pues por desgracia así fue. Pero de ahí a atentar contra la decencia de un político como Francisco Camps, violar su dignidad y su honradez, dinamitar la figura del President de la Generalitat y bombardear a toda una tierra y sus gentes como pasó con la Comunitat Valenciana, pues va un trecho... y grande.
Mucho podemos seguir hablando, y lo haremos, de ese momento, sus ruines causas y sus fatales consecuencias. Pero nademos contracorriente y pongámonos en la piel de Camps y sus circunstancias. Pensémos en lo que pudo haber sido y no fue, en lo que Valencia se jugaba y se perdió. En la apuesta y el esfuerzo de poner a nuestra tierra en el mapa, mirándo de tú a tú a los grandes, y como se nos arrebató. De la Comunitat Valenciana pasiva, gris e invertebrada al futuro de color, audacia y orgullo que tuvimos al alcance de la mano. Yo me quedo con todo eso. Reflexionemos juntos y sin aspavientos pongamos a cada uno en su lugar. Y por supuesto, bienvenido de nuevo President.
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