Aún sin tiempo de recuperación de la última artimaña ridícula de Ciudadanos, ese proyecto de partido sin rumbo ni mimbres, asistimos a la madre de todas las reuniones, la que se producirá hoy entre el triunvirato imposible. Pero antes que ella, me detengo estupefacto en el rechazo que el mentado grupo anaranjado ha protagonizado ante la toma en consideración de la reforma estatutaria valenciana, para blindar las inversiones del Estado de acuerdo con nuestro peso poblacional. O sea, que nos toca el 10% de las inversiones del gobierno central, para que se enteren en la Meseta. Pero claro, contando con la salida de tiesto de los de Rivera, los cuales ya nos llamaron aldeanos a los valencianohablantes, luego negaron como san Pedro por tres veces la existencia de una deuda histórica con la Comunitat Valenciana, y ahora, en contradicción con aquello aprobado por unanimidad en las Corts Valencianes, desde el Congreso se pronuncian contra la justa mejora de inversiones para con esta tierra. Ya nos lo espetó en Fallas y en nuestra cara el nuevo Felipe V, el niño Albert Rivera, adalid de la recentralización y del recorte del autogobierno, en plan novísimo decreto de Nova Planta: los valencianos no están mal financiados. Y punto final.
Superada ya la estupefacción, cuestión diferente es el desarrollo de la tan cacareada reunión a tres de las autodenominadas fuerzas del cambio. Hoy empezarán la sucesión de fumatas que las vislumbro bien negras. Aunque el PSOE extienda su discurso de la felicidad y el desesperado Sánchez ponga toda la carne en el asador para llegar a La Moncloa como sea, reuniéndose en secreto con Puigdemont, con Junqueras o con el sursum corda. Parece que ya da por amortizado el desdibujado acuerdo con Ciudadanos, y se entrega a los brazos de las minorías soberanistas para trocear todo lo troceable. Un acuerdo, por cierto, que también ha señalado a los naranjitos como poco fiables, ya que a las primeras de cambio han votado separados de los socialistas en esto de retrotraer la LOMCE y tal. Muy leales, sí señor.
Los de Rivera ya han dicho que ahora los frentistas son ellos, que de ir de la mano con los populistas ni hablar. Que los morados o asumen su pacto suscrito con Sánchez o ellos rompen la baraja. Y los podemitas, pues en sus cosas de la financiación proveniente de Venezuela o Irán, verdaderos ejemplos de sociedades democráticas. Tocados del ala por sus incipientes crisis internas personalistas, al ser un partido demasiado hormonado, tienen difícil arreglo. Además de incumplir hasta la saciedad la necesidad de explicación sobre sus cuentas extranjeras, algo que exigen a los demás de una manera inquisitorial. Por tanto, una jaula de grillos entre los dos galanes que no se pueden ni ver, aguantados por ahora por un Pedro Sánchez que a todos les dice lo que quieren oír, pero que tiene las horas contadas. Es insostenible la situación y el pacto se antoja imposible. Y aunque en Catalunya se alcanzó el gobierno minutos fuera, la jugada se basaba en los grados independentistas a conseguir. En Madrid, esa variable no existe, y el ansia de un Sánchez noqueado y tramposo no conseguirá anestesiar a los extremistas de la nueva política.
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