Cirios en memoria del Papa Francisco en el Vaticano. / EFEA las 7:36 de la mañana, el mundo católico ha recibido con pesar la noticia del fallecimiento del Papa Francisco, el pontífice argentino que condujo la Iglesia Católica durante más de una década con un mensaje centrado en la humildad, la inclusión y el compromiso social con los más vulnerables. La noticia ha sido confirmada mediante un escueto comunicado del Vaticano, pero su impacto fue inmediato y profundo, marcando el inicio de un período de luto, reflexión y transición.
Con su muerte, la Santa Sede ha activado el protocolo de Sede Vacante, un conjunto de normas milenarias y detalladamente reguladas que guían el proceso desde la confirmación del fallecimiento del pontífice hasta la elección de su sucesor, en un ritual que combina tradición, secreto y responsabilidad global.
La Sede Vacante: un tiempo sin papa
La Sede Vacante —literalmente, "sede vacía"— comienza inmediatamente tras la muerte del papa. Durante este período, todo el gobierno de la Iglesia queda en suspenso. Solo las funciones administrativas básicas continúan, bajo la dirección del camarlengo, actualmente el cardenal Kevin Joseph Farrell, quien verifica oficialmente el fallecimiento del pontífice y lleva a cabo actos simbólicos, como la destrucción del Anillo del Pescador y el sello papal, poniendo fin al pontificado de Francisco.
El camarlengo también es responsable de sellar los apartamentos papales, salvaguardar los documentos personales del difunto y garantizar la continuidad operativa del Vaticano.
Durante los días siguientes, el Colegio Cardenalicio, compuesto por todos los cardenales vivos, se reúne en lo que se conocen como Congregaciones Generales, sesiones de trabajo donde se planifica el cónclave y se analiza el estado actual de la Iglesia. Estas reuniones, que suelen durar entre 10 y 15 días, son una etapa crucial: es donde los cardenales intercambian ideas sobre los desafíos actuales —como la secularización, los escándalos de abuso sexual, la polarización interna y las tensiones geopolíticas— y comienzan a perfilar de manera informal a posibles candidatos.
El funeral de Francisco: sobriedad y cercanía
Los restos mortales del Papa Francisco serán trasladados a la Basílica de San Pedro, donde será velado por los fieles durante varios días. Como él mismo estableció en 2024, el ritual funerario será más simple que en pontificados anteriores: un solo ataúd de madera con interior de zinc, sin velatorios privados para autoridades ni exhibición ostentosa.
La misa de exequias será presidida por el decano del Colegio de Cardenales, el cardenal Giovanni Battista Re, en una ceremonia solemne en la Plaza de San Pedro, a la que asistirán líderes religiosos, jefes de Estado y millones de fieles de todo el mundo.
El cónclave: secreto, oración y discernimiento
La elección del nuevo papa se llevará a cabo mediante el cónclave, uno de los ritos más sagrados y reservados de la Iglesia Católica. El término “cónclave” proviene del latín cum clave (“con llave”) y simboliza el estricto aislamiento en que se encierran los cardenales electores para deliberar y votar.
El número actual de cardenales electores (aquellos menores de 80 años) ronda los 130, reflejando la globalización impulsada por Francisco, quien diversificó el Colegio Cardenalicio con figuras de Asia, África y América Latina. Por ello, se espera una elección abierta a candidaturas no europeas, como ya sucedió con el propio Francisco en 2013.
Antes del inicio del cónclave, los cardenales residen en la Domus Sanctae Marthae, una residencia dentro del Vaticano, pero una vez iniciado el proceso, quedan completamente incomunicados: sin teléfonos, internet ni contacto exterior. La Capilla Sixtina es revisada en su totalidad para impedir cualquier forma de grabación o filtración, un protocolo reforzado tras episodios como el escándalo Vatileaks.
El procedimiento de votación: la búsqueda del consenso
El cónclave se abre con la Misa Pro Eligendo Pontifice, celebrada en la Basílica de San Pedro. Luego, los cardenales procesionan a la Capilla Sixtina, donde juran secreto y obediencia. El maestro de ceremonias pronuncia el tradicional Extra Omnes ("todos fuera"), y comienza oficialmente el cónclave.
Las votaciones se realizan por escrutinio secreto. Cada cardenal escribe en una papeleta la frase “Ego eligo in Summum Pontificem…”, seguida del nombre de su elegido. Para ser elegido papa, un candidato debe alcanzar una mayoría de dos tercios (aproximadamente 87 votos). Si no se logra consenso, las papeletas se queman produciendo humo negro (fumata nera). Cuando finalmente se elige un papa, se produce la fumata blanca, signo de alegría y anuncio para el mundo.
Aunque tradicionalmente se realizan hasta cuatro votaciones por día, el proceso puede alargarse o acortarse dependiendo del grado de consenso. La elección de Francisco en 2013, por ejemplo, se resolvió en apenas dos días. En casos extremos, las reglas permiten flexibilizar el umbral de votos, aunque eso ha sido muy raro en tiempos modernos.
El 'Habemus Papam': comienza una nueva etapa
Una vez elegido, el decano del Colegio Cardenalicio pregunta al nuevo papa si acepta su elección. En caso afirmativo, también le consulta por el nombre que desea adoptar, algo simbólicamente muy relevante.
El nuevo pontífice es entonces vestido con las vestiduras papales, y minutos después aparece por primera vez ante el mundo en el balcón central de la Basílica de San Pedro, donde el cardenal protodiácono anuncia: “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam”.
Un momento decisivo para la Iglesia
El cónclave de 2025 ocurre en un contexto global de desafíos profundos: crisis medioambiental, conflictos geopolíticos, migraciones masivas, tensiones dentro de la Iglesia entre sectores reformistas y conservadores, y el legado aún vivo de Francisco.
La elección del nuevo papa será vista no solo como una decisión espiritual, sino también como una señal del rumbo que la Iglesia Católica desea tomar en el siglo XXI. ¿Será continuidad o ruptura con el legado de Francisco? ¿Será un pastor del sur global, o un regreso a Europa? Las preguntas están sobre la mesa. Las respuestas llegarán, como siempre, envueltas en incienso, silencio y la voz ancestral de la historia.
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