Daniel Navarro. EPDAEl otro día me dieron ganas de darle un abrazo (con seguridad) a Mónica Oltra. Y os aseguro que se encuentra en mis antípodas ideológicas. Pero lo que haya unido la pandemia, que no lo separe la vacunación.
Y es que, algún periodista intrépido, le preguntó a la vicepresidenta del Consell sobre la situación política madrileña. La cara de hartazgo de la representante de Compromís me representa en la vida. Sí soy.
Me agota, me agota Madrid y el centralismo de este país. Y no porque no me guste esa bella autonomía que me acogió durante un año en mi etapa universitaria. Pocas comunidades españolas hay, a mi parecer, tan bellas para visitar. Tan abierta, pero tan castiza. Divertida por las noches, frenética por el día. Con su cultura, su ocio, sus espacios verdes... Y por eso me sorprende el empacho que me han provocado. Me aborrece, me repite, me “reglota”, como dice la señora Oltra.
Y es que, la comunidad parece la república independiente de mi casa. No es un asunto baladí. No es como cuando nieva en Madrid y me bombardean durante un mes con las imágenes de la nieve. La precampaña y la campaña y las elecciones adelantadas en la autonomía están sacando lo peor de mi.
La política del todo vale, del todo abierto, con una incidencia disparada. Los franceses de borrachera en las calles, mientras yo no veo a mi familia, las trifulcas en los mítines y el esperpento diario que supone una batalla política en mitad de una campaña, donde se está poniendo en juego la vida de muchas personas, especialmente de los mayores.
Si Madrid fuera una isla o construyeran un muro de 30 metros a su alrededor, pues que se los coma el virus, pero en esto vamos todos de la mano. El contagio de un adolescente irresponsable allí, puede matar a mi abuela aquí. De hecho, que se lo digan a Castilla y León y Castilla la Mancha, donde el virus llegó en 2020 como una bomba radioactiva madrileña.
Y todo esto me agota. Me agotan los políticos madrileños y me agota que sus ciudadanos lo permitan. Ojalá nos reconciliemos, pero por ahora, lo digo: Estoy harto de Madrid.
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