Amparo Sampedro. EPDA El general Cabanellas, uno de los protagonistas de la película “Mientras dure la guerra” (A. Amenábar, 2019), vuelca la rabia de su derrota parafraseando a Sanjurjo: “Franquito, el cuquito que va a lo suyito”.
Los años trascurridos desde 1936 fueron mostrando en qué consistió exactamente lo suyito: alzarse contra un gobierno legítimo, provocar una guerra civil y alargar hasta el día de su muerte la dictadura militar que había protagonizado durante más de 39 años. No hubo paz tras el final de la guerra, llegó lo peor: la victoria.
Mientras escribo esto, decenas de periodistas de todo el mundo están acreditados para asistir a la exhumación de los restos del dictador Franco. Los demócratas españoles llevamos años acreditados para exigir que sucediera. Quienes nacimos antes de la década de los 70 del siglo pasado hemos vivido el franquismo y sus secuelas. Quienes nacieron después deberían saber que no se trata de una historia para olvidar, sino para completar la que estamos viviendo, para explicarla y, fundamentalmente, para aliviar una parte importante del dolor y de la vergüenza que la recorre. Haber llegado al mundo tras la muerte del dictador (20 de noviembre de 1975) no es un eximente que permita a los líderes de la derecha escabullirse de sus responsabilidades públicas en el ejercicio de la política; y colaborar en la reparación de las miles y miles de víctimas que provocó el franquismo es una de ellas.
Sin embargo, Casado y Rivera han optado por frivolizar sobre el asunto. El primero porque sabe que una parte fundamental de su electorado sigue sintiéndose ligada de un modo u otro a aquel concepto (terrible) de España y de la españolidad que consagró el golpe de Estado de 1936 y que aún se sigue alentando. El segundo, Rivera, porque él mismo significa su propio fracaso y ha arruinado la oportunidad para una derecha liberal, ilustrada y moderna. De ese modo, ambos apuntalan a la extrema derecha que es, en definitiva, la que acaba sosteniendo al PP y a Cs en los ámbitos de poder que han alcanzado juntos. Y esa y no otra es la realidad política en la que han decidido convivir.
La frivolidad de uno y de otro ni diluye los hechos ni borra el dolor ni aplaca la vergüenza.
Por eso, el jueves 24 de octubre de 2019, ya es una fecha histórica –histórica de verdad- para los demócratas españoles de todas las edades. Los restos mortales de aquel Franquito cuquito que fue a lo suyito ya no presiden un edificio que es propiedad de Patrimonio del Estado en Cuelgamuros.
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