Susana Gisbert.Como pasa una vez cada cuatro años, tras los Juegos Olímpicos han
tomado el relevo sus sucesores en la atención del mundo, los Juegos
Paralímpicos. O, al menos, los que deberían ser sus sucesores.
Porque del dicho al hecho hay un ben trecho y no es oro todo lo que
reluce. Por desgracia.
Llevamos ya muchas jornadas de juegos y, aunque alguna alusión si
que se ha hecho, aunque fuera de pasada, nos queda mucho camino. Y, a
pesar de que casi todos conocemos el nombre de Teresa Perales y de
algún otro héroe o heroína más, no vemos sino la punta del
iceberg. O, a veces, ni eso. Y es que estos auténticos campeones del
deporte y de la vida merecerían más atención que nadie. Porque sus
gestas son auténticas proezas.
Siendo realistas, los Juegos Paralímpicos aparecen como una especie
de hermanos pequeños del coloso, los Juegos Olímpicos. Quizás por
ello se celebran en una fecha mucho menos propicia a sesiones de
sillón ball para disfrutar de ellos. ¿No hubieran tenido más
repercusión si, como sus predecesores, se celebraran en época de
vacaciones? Además de darnos la oportunidad de seguirlos a los
adultos, sería una magnifica oportunidad para niños y niñas el
poder comprobar cómo el esfuerzo y la superación tienen recompensa,
como se pueden lograr grandes cosas a pesar de que la diosa Fortuna
haya puesto más piedras en su camino y cómo el verdadero espíritu
olímpico puede ser cosa de mucha gente y no de unos cuantos
privilegiados.
Se me ponen los ojos como platos y el corazón en un puño de ver las
evoluciones de tan excelentes atletas. Quienes ganan medallas y
quienes no las ganan. Haber llegado hasta ahí es toda una lección.
Hablábamos en estas mismas páginas durante los Juegos Olímpicos
del ninguneo que en general se tiene a los llamados deportes
minoritarios, más aún cuando son femeninos. Y en este caso, se riza
el rizo. Porque a ese ninguneo hay que añadirle la condición de
Paralímpicos, como si se tratara de una cosa menor en vez de verlo
como algo superlativo. Y ojo, que sus marcas son dignas del mejor de
los estadios. Leía hace nada que en alguna prueba las marcas
registradas hubieran sido acreedoras de medallas olímpicas en los
pasados Juegos.
¿Por qué no les hacemos más caso? ¿Por qué se limitan los
medios, en la mayor parte de casos, a darnos una breve reseña de las
medallas obtenidas por nuestro país –que son muchas, por cierto-?
Quizás la dichosa audiencia tenga la culpa, pero también es difícil
que una audiencia demande algo que no conoce. Y que conozca algo que
no le enseñan. Tal vez, solo tal vez, si a los niños y
adolescentes, en vez de meterles en vena a los astros del balompié y
a todas sus actividades, deportivas o no, les mostraran las proezas
de estos otros deportistas, podrían elegir mejor sus ídolos. Y
también tal vez, si se les diera un trato similar, no quedarían
deslumbrador por el glamour de unos futbolistas que cada día tiene
menos de deportistas y podrían dirigir su mirada más allá
Así que al menos desde aquí, mi aplauso y mi homenaje a quienes día
a día no solo superan las dificultades que la vida ha puesto en su
camino sino que las convierten en un motivo más de admiración.
Bravo por su coraje, por su esfuerzo y por su valor. Campeones y
campeonas dentro y fuera de las pistas. Ojala recibieran todos los
aplausos que merecen. A buen seguro que nos romperíamos las manos.
De momento, aquí está el mío. ¿Quién se suma?
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