Imagen del homenaje a Marian. Foto: EPDA.
Se llama Marian, nació en Argentina, en 2008 llegó
al cuartel de la Guardia Civil de Puçol, en estos cuatro años ha trabajado en
todo tipo de casos, pero se recuerda especialmente su implicación en las
denuncias de violencia machista. Ahora cambia de destino, se marcha a Huelva,
en su despedida estuvieron presentes muchos de los que han aplaudido su duro
esfuerzo diario para defender a las mujeres maltratadas.
En los documentos
oficiales es sólo un número, X-19451-T. Para Elisa, su madre, es la luz de sus
ojos. Para sus compañeros del cuartel es simplemente Marian. Y para todos los
que han coincidido en algún caso con esta joven, es esa guardia civil que se
ocupa de los casos de violencia de género.
Violencia machista, dicho
en un lenguaje más llano, más claro, como el que utiliza en el día a día esta
joven argentina que un día cambió el Atlántico por el Mediterráneo.
Desde febrero de 2008,
Marian ha sido la encargada de tramitar denuncias por violencia contra las
mujeres de Puçol, de informar, de investigar, de tratar con servicios sociales,
con jueces, con policía local… en definitiva, una de las personas que menos han
hablado, pero más han hecho en el día a día para combatir el machismo cotidiano
que nos rodea. Y todo lo ha hecho sin perder la sonrisa.
Su labor no ha pasado
desapercibida y cuando ya se sabía que se trasladaba, que debía abandonar Puçol
en los primeros meses de 2012, los políticos y técnicos que han vivido día a
día de su luchar por ayudar a mujeres en peligro han querido agradecer de forma
oficial su dedicación.
Así lo ha hecho constar
la Mesa de Coordinación contra la Violencia de Género del 24 de enero: “Mi
felicitación por su colaboración durante el tiempo de su participación, en el
que ha demostrado un gran espíritu de servicio, preparación profesional e
iniciativa”, según el informe oficial firmado por la alcaldesa Merche Sanchis.
Pero la versión oficial
siempre es fría. Demasiado políticamente correcta. Por eso ha hubo algo más, en
la mañana del viernes 4 de mayo, en el ayuntamiento, cuando Marian y su madre
vinieron a despedirse.
Allí estaba Teresa Román,
la asistente social que ha trabajado codo a codo con ella para resolver
multitud de casos que avalan que el hombre no siempre es un ser civilizado, a
veces parece que siga viviendo en las cavernas. Allí estaba Eloísa Rosa, la
concejal de servicios sociales. Y Vicente Giménez, el intendente jefe de la
Policía Local, junto a la alcaldesa Merche Sanchis. Todos ellos compañeros en
algún momento en la mesa de coordinación.
El pergamino que le
entregaron puso algo de calor al homenaje, las palabras de agradecimiento
pusieron la emoción, y la promesa de que no es un adiós, sino un hasta luego,
subrayan el compromiso de mantenerse en contacto: “Allí hay muchas ganaderías
de toros y ya me han confirmado mis compañeros que es habitual ver a las
comisiones taurinas de Puçol visitando los pueblos onubenses para comprar el
ganado de los bous al carrer. Así que seguro que mantendremos el contacto a
través de los que vengan”, asegura con una sonrisa, porque Marian siempre
sonríe.
Incluso en la despedida
de sus amigos de Puçol sigue sonriente. Es su forma de afrontar la vida. Su
carácter. Aunque quizá en el fondo también siente cierta alegría por su vuelta
a los orígenes: cambia los amaneceres en el Mediterráneo por los atardeceres en
el Atlántico… un pequeño acercamiento a su Argentina natal, aunque tenga que
sentirla desde la otra orilla.
Gracias, Marian.
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