Susana Gisbert Hay
que ver cómo somos. Aún estaba calentita la noticia de la subida de
la factura de la luz, y ya llovían memes y chistes por tierra, mar y
aire. Con unas declaraciones de la política de turno que, aunque sin
duda bienintencionadas, no hacían más que azuzar el fuego y a los
detractores.
Pero
centrémonos en lo importante. Y lo importante no es otra cosa que un
cambio en la factura de la luz, que regresa al sistema de los tramos
horarios para cobrar más o menos por conectar la nevera, la lavadora
o el aire acondicionado, por más que parezca que el instrumento
fundamental de nuestra vida es la plancha.
Como
he dicho, el sistema de tramos horarios regresa, porque ya existió.
Tanto, que la tarifa nocturna era aprovechada por sistemas de
calefacción que acumulaban calor durante la noche, en que el precio
era menor, y suponía un considerable ahorro. De hecho, quienes
optamos por aquello y adaptamos nuestros electrodomésticos a aquel
sistema nos quedamos sin plumas y cacareando cuando de la noche a la
mañana la cosa cambió y nuestros acumuladores de calor se quedaron
fríos. Entonces ya nos hablaban de poner lavadoras a partir de
determinada hora y nadie se llevaba las manos a la cabeza. Aunque
confieso que se necesitaba tener una lavandería para notar una
diferencia notable entre hacer la colada a una u otra hora.
Por
eso, lo realmente importante sería estudiar cuál es el verdadero
aumento, y si hay una diferencia real entre usar los
electrodomésticos a una u otra hora en hogares comunes y corrientes,
donde no se planchan seis horas al día ni se ponen cincuenta
lavadoras por semana. Y eso no lo he visto aún en ningún chiste.
Es
verdad que, por si la cosa no andaba calentita, las declaraciones de
la vicepresidenta aludiendo a que lo importante no era la hora en que
se planchara sino quién lo hiciera, con clara referencia a la
corresponsabilidad en las tareas domésticas, no hicieron sino añadir
leña al fuego. Porque, aunque, como feminista que soy, comparto la
necesidad de reivindicar la igualdad, no se pueden meter cuñas a
toda costa como si fuéramos Umbral y su libro. Y hacerlo hace flaco
favor a lo que se trata de transmitir porque provoca el chiste fácil
y aleja el foco del debate. Salvo, claro está, que fuera lo que se
pretendiera, pero esa es otra cuestión.
En
realidad, lo que debería importarnos no es tanto la subida de la
factura, que también, sino que existan tantas personas que no puedan
pagarla.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia