Alicia Giner. / EPDA La Huerta Valenciana sin duda alguna, imprimió un carácter. Valores como el amor al trabajo, el compañerismo, la tenacidad y la humildad están forjados, a fuego lento con el agradecimiento a la tierra valenciana.
Herencia transmitida de padres a hijos, sin partición alguna pues, quienes hemos tenido la necesidad de saber siempre hemos tenido una respuesta consecuente a nuestra pregunta. Hemos sido conocedores de donde estaban los vínculos de sangre o los amores los cuales nos unían a una familia en concreto. En ocasiones, una amistad transmitida de generación en generación nos convertía en miembros de la misma por respeto al pasado de corazón.
Mis raíces paternas se hunden entre frutas, verduras y flores. Hay quien me llama Sultana de la Huerta Valenciana al percatarse de mi altanería cuando explico, con todo lujo de detalles, como era la alquería donde nació mi padre.
En estos momentos estoy pisando esas tierras, hoy en día urbanizadas para un parque de pequeños e, inevitablemente me emociono recordando palabras de mi progenitor.
Él me explicó en repetidas ocasiones de la presencia de un emparrado lindante al hogar, un horno moruno donde se elaboraban pan, conservas. En resumen, eran autosuficientes.
Además de vender en mercados, se abastecían en sus propias necesidades. Algo laborioso y al mismo tiempo maravilloso. Historia de la tierra valenciana!!!
Sentada en un banco del parque Dios me regala la cala más hermosa pues, la sonrisa más bonita y espontánea brota de mis labios al escuchar:
Hola Alicia, cariño. Cómo estás????
Es mi tío Miguel, primo de mi padre. Ambos nos fundimos en un abrazo, espejo claro del cariño más real y entrañable, algo nada banal. Simplemente porque es real.
_ Aquí sentada pensando en tiempos pasados.
_ Ay cariño!!!! Venga el tío te invita a tomar algo.
Y de su brazo vuelo con gozo años atrás en el tiempo. El hijo de la tierra agradece a la madre una vida plena.
Sonriendo me cuenta, como sus padres, mis tíos abuelos, venían los domingos a pasar la tarde en casa. Las partidas de cartas entre los adultos estaban regadas por las risas de los pequeños mientras jugaban. Algo maravilloso.
Cuando nuestra conversación abarca el tema del campo y sus cuidados mi rostro se asombra inevitablemente.
Ali, nosotros pertenecíamos a la acequia de Mestalla. El consumo de agua estaba perfectamente reglado, cada uno tenía su turno para regar y, por supuesto se respetaba. Había un encargado al respecto del tema y, cualquier tipo de diversidad iba al Tribunal de las Aguas.
Cariño el agua es vida.
Mira Alicia la acequia pasaba por aquí, hacía así y por allá, me cuenta detalladamente mientras señala con las manos la trayectoria. Allí estaba la trampilla, cuando al yayo le tocaba regar se abría y punto. Sin más problemas a tratar.
Igualmente en mi casa o en la de cualquier labrador.
Escucho a mi tío embelesada pues la historia de la Huerta Valenciana me enamora.
Sorprendida recojo la información de que en la acequia habían peces. Ese agua del Turia estaba limpia y su hogar perfectamente cuidado pues se libraban de arena y cañas para mantener la salubridad de ese líquido aportante de vida.
Los excrementos de cerdos corderos... Eran abono para las plantas. Se recogían para llevarlos al campo y de esa manera dar más fortaleza al vegetal
Un trabajo de sol a sol. Sin ningún tipo de reparos
Eso es veganismo real.
Entiendo perfectamente las explicaciones de mi tío y deseosa de más datos le pregunto:
_Podemos quedar otro día??? Quiero que me lleves a un sitio.
_ Claro cariño cuando????
_Pasado mañana a estas horas????
_ El tío te recoge en casa. Donde quieres ir????
Donde estaba esa alquería que te vio nacer y me hubiera tratado como una reina.
Nos despedimos con un abrazo fortísimo, el cuajl me emociona.
No puedo ir mejor cuidada de la mano de mi tío buceando en historia de la Huerta Valenciana. Historia de Valencia!!!
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