Todas las encuestas reflejan
el descrédito que supone para la sociedad de hoy en día la profesión política.
Sin embargo, yo siempre he pensado que los objetivos comunes se cumplen
gracias a decisiones políticas y a nuevos equipos cargados de ilusión, ideas y
metas ambiciosas. Desde las administraciones pequeñas a las más grandes; la
política establece las prioridades y gracias a ella, pese a las dificultades
económicas, hoy vivimos en una sociedad más justa y democrática.
Hoy toca cambiar nuevamente
el modelo. Los nuevos políticos tenemos la ingente necesidad de salir a la
calle y conectar con el ciudadano. Necesitamos hacer lo que pensamos, explicar
lo que hacemos y hacer lo que decimos. Hay otra forma de hacer política, y en
Mislata la estamos llevando a cabo desde el gobierno socialista.
La toma de decisiones no puede
volver a ser algo impositivo, aprobado unilateralmente en un despacho.
Tenemos que salir a la calle, reactivar las redes sociales, pedir a la gente su
opinión e informar con los medios más eficaces posibles para contar con una
ciudadanía formada en espíritu crítico y con ganas por involucrarse en un proyecto
para la sociedad en su conjunto.
Tenemos que demostrar que
una manera diferente de hacer política es posible. Exigiremos que nuestros gobernantes
salgan a la calle, den la cara, y respondan a las preguntas de los ciudadanos y
expliquen lo que realmente quieren hacer.
Soy optimista, creo en una
política del futuro. Y creo que con decisiones importantes acabaremos con el
austericidio reformista del Partido Popular y del gobierno de Mariano Rajoy.
Con el empeño, la ilusión y la formación de nuevos líderes seremos capaces de
hacer una economía más sostenible, solidaria y justa. Con pequeñas inversiones
y una nueva política lograremos parar la emigración irremediable de nuestros
jóvenes más preparados. Con una ideología progresista y con la experiencia del
pasado recuperaremos unos servicios públicos gratuitos y universales que cada
día son más cuestionados por la derecha.
En definitiva, la política
es una herramienta para cambiar el mundo. Pero sobre todo, la política es el
medio para atajar los problemas y hacer efectivas las soluciones. Que el
pesimismo y el descrédito no acaben con nuestro principal activo en la lucha
contra la crisis: nuestra gente, los medios de los que disponemos para vivir
en una sociedad mejor y, en definitiva, el Estado del Bienestar que tantas
décadas hemos tardado en cimentar y desarrollar. Debe ser nuestra prioridad.
Aún queda mucho por hacer. Después de todo, y afortunadamente, nada está
escrito.
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