Susana Gisbert. /EPDA La mare que va. Cualquiera que haya nacido o vivido en la Comunidad Valenciana sabe qué quiero decir con esta expresión. Una mezcla entre “la que se nos viene encima”, “la hemos liado parda” y “Dios mío” con un punto de imprecación mariana. Una expresión que tanto vale para expresar asombro como admiración, entre otras cosas. Y esas sensaciones fueron las que me invadieron un día hace nada tras leer esa frase negro sobre blanco.
Se trataba del nombre de un lugar muy especial, el elegido para celebrar aquel desayuno de trabajo. Ya nos lo habían advertido y, aun así, no disminuyó ni un ápice mi sorpresa. Mi agradable, agradabilísima sorpresa.
“La mare que va” es un espacio destinado a celebrar eventos, bien cuidado y en un entorno privilegiad, nuestro puerto. La atención y el servicio son excelentes, pero, con todo, no es eso lo que más importa. Porque ni soy crítica gastronómica ni pretendo serlo. Lo mejor de este lugar es que, nada más entrara, se respira magia. Esa magia que solo puede surgir del trabajo bien hecho y la alegría de quienes lo hacen.
Porque quienes trabajan en este local son personas con síndrome de Down y discapacidad intelectual. Y lo hacen como modo de formación y de incorporación a la vida laboral. Una iniciativa maravillosa que impresiona al llegar y que luego, a la vista del servicio y la calidad, llega a olvidarse.
Lo dije entonces y los repito. Es de los mejores desayunos de trabajo a los que he asistido, por la calidad del servicio y de lo que nos sirvieron, todo hecho por ellos, incluso una bollería casera para chuparse los dedos.
Pero lo que más me impresionó era la alegría que flotaba en el aire en es cocina, y que se traspasaba a todo lo que nos sirvieron. Ojalá pudiéramos conseguir afrontar nuestro trabajo de cada día con el mismo espíritu. Confieso que a mí se me pintó una sonrisa con la primera ensaimada que no me he quitado todavía cuando lo recuerdo. Y por eso quería compartirlo.
Eso sí, cuando me iba, la persona responsable me preguntó cómo había ido, si creía que había faltado algo o algo no estaba bien, con el propósito de chequear para posibles mejoras. Le dijo que no, pero mentí. En realidad, me faltó algo, Un túper para llevarme los cruasanes que sobraron. Estaban tan buenos que era una lástima dejarlos
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