Susana Gisbert./EPDA Según lo que dicen los estudiosos, los pingüinos tienen en sus plumas una importante herramienta biológica, que les protege de las condiciones extremas en que tienen que vivir. Unas plumas que contribuye a ese aspecto tan peculiar que goza de la simpatía de la mayoría de la gente.
Pero no son de esas plumas de las que iba a hablar hoy, sino de la pluma imaginaria del pingüino Sphen, que en su día protagonizó una historia maravillosa que yo desconocía. Sphen era un pingüino australiano enamorado de otro pingüino, también de sexo masculino, Magic, y junto vivieron, formaron una pareja enamorada y criaron a dos polluelos que otros pingüinos dejaron abandonados. Para completar la historia, pertenecía a una especie de pingüinos llamada “pingüinos juanito”, lo que los hace mas cercanos si cabe. Y, además, por el contrario de lo que suele pasar en esa especie de pingüinos, los enamorados permanecían siempre juntos, no solo en época de cría, que es lo normal en esta especie.
Ahora he sabido que la historia de Sphen y Magis se convirtió en un símbolo del colectivo LGTBI, y que incluso inspiraron una carroza que desfiló en Sídney el Día del Orgullo.
Es posible que haya gente que yaz conociera esta historia, que ha vuelto a salir a la luz porque Sphen ha muerto, tras una larga vida pingüinil, pues a sus once años ya era anciano para una especie cuya esperanza de vida está entre los 12 y los 13 años. Pero merecía la pena rescatarla para quienes, como yo, la ignorábamos, y para que la contemos s todos esos intolerantes que todavía afirman que la homosexualidad es un acto contra natura. Pero la naturaleza, que es sabia, aquí está para darnos de nuevo una lección.
Me ha parecido una historia tan maravillosa que no podía dejar de compartirla. Un soplo de aire fresco en tiempos como los que vivimos, en los que la violencia, la intolerancia y el odio campas por sus fueros. Casi como un cuento de los que nos contaban en la infancia y que, sin embargo, en algún lugar habían prohibido pese a su belleza.
Tengo una buena amiga que adora a los pingüinos, y ha acabado por contagiarme ese amor. Hoy, después de leer la historia de Sphen y Magic, los adoro todavía más. No podía ser de otra manera.
Y es que, como decía la canción de Roberto Carlos, yo quisiera ser civilizada como los animales.
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