Héctor González. /EPDA Parafraseando el popular refrán y sustituyendo el genérico “la sangre” por el topónimo “Valencia”, podemos aplicar el proverbio a la ciudad por la subida, en primavera, de su nivel de ebullición consustancial. O más bien a partir de ese aperitivo primaveral tan valenciano que constituyen las Fallas.
Después llega la Semana Santa, con las procesiones que embriagan de solemnidad las barriadas del distrito Marítimo, a las que han continuado las fiestas del Grao y los ´milacres´ de Sant Vicent que hemos visto representar en las calles de la ciudad recientemente, sobre todo en barrios céntricos como El Carmen y Ruzafa. Lo han hecho en paralelo a las concurridísimas Mostra de Cavas, Vinos y Licores y Mostra de Alimentos Tradicionales de Proava en el Jardín del Turia, cada año más caras y con colas de mayor tamaño para entrar. Con ese curioso riesgo que corren de morir de éxito por empeñarse en mantener un recinto tan reducido.
Y, después, la Feria del Libro en Viveros y festejos continuos de barriadas como el del Cristo del Grao, con su llegada a la playa, los que vendrán como el antiquísimo de San Bult o el tan singular de los Niños de San Vicente, o el vistoso Corpus con sus personajes, por poner únicamente unos pocos ejemplos, amén de los certámenes que se sucederán en el antiguo cauce del Turia, como la Feria de Andalucía o la Alternativa, más las incontables galas, eventos, conferencias y exposiciones de todo tipo que se desarrollarán en una ciudad tan vital y amante de la socialización callejera como Valencia.
La primavera reactiva la existencia urbana, ya de por sí fértil en acontecimientos. Este 2022 lo hace más si cabe, después de dos letales años de parálisis o de celebraciones al ralentí que han dejado un poso de necesidad de exorcizar las pésimas sensaciones acumuladas en este bienio trágico con un incluso mayor frenesí social.
Todo ello conducirá, entre tardeos progresivamente más extensos alumbrados por la innata luminosidad de Valencia y el alargamiento de los días en primavera, hasta la Feria de Julio, que pondrá el remate a la ebullición para sumir la ciudad en esa suerte de páramo urbano en que se convierte en agosto, sin apenas aliento. No obstante, para eso todavía queda. De momento, aprovechemos las múltiples opciones con las que Valencia nos permite disfrutar de la primavera.
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