Susana Gisbert- /EPDA La purpurina nunca está de más. Esa frase, pronunciada en un momento especial, es de esas que h pasado a formar parte del ya prolijo álbum de recuerdos que comparto con mis amigas de toda la vida. Máxime en momentos como estos en que la purpurina está en horas bajas después de la prohibición de que ha sido objeto para evitar la contaminación por micro plásticos.
Pero la purpurina de la que hablo no contamina. Es, como decía, parte de una de esas anécdotas que una sabe que, desde el mismo momento en que se producen, ya pasan a incrementar nuestra pequeña memoria colectiva, uno de esos instantes que reproduciremos una y otra vez hasta convertirse en uno más de nuestros recuerdos comunes.
Y es que este fin de semana realicé el más saludable de los ejercicios posibles, hacer una escapada con mis amigas de siempre, ese pequeño grupo de cuatro que somos -y seguimos siendo- amigas desde hace cinco décadas. O sea, desde cuando me alcanza la memoria. Casi nada.
Tal vez alguien, al leer la referencia a ejercicio saludable, haya pensado que nos hemos ido a hacer deporte juntas, con comida de régimen, muchas horas de sueño y aire puro a tutiplén. Pero nada más lejos de la realidad: comimos, bebimos y nos reímos hasta que nos dolieron las mandíbulas. Y nada puede haber más saludable que eso, aun sin deporte ni dieta ni aire puro. Porque afirmo y sostengo que reírse es el ejercicio más sano del mundo.
He de reconocer que soy muy afortunada. Poca gente tiene la suerte de mantener las mismas amigas desde la más tierna infancia. Aunque, bien pensado, en este caso no creo que solo sea cuestión de suerte. Cada una de nosotras hemos contribuido a mantenernos unidas, a no perder el contacto y a estar siempre que cualquiera de nosotras lo necesitara. Hemos reído y llorado juntas muchas veces, en cada ocasión en que la vida nos ponía en una situación excepcional, sea buena o mala. Y hemos compartido tantas cosas que nuestra colección de recuerdos tiene ya un volumen considerable.
Pero no nos conformamos con el pasado. Lo más importante es que nunca dejamos de fabricar recuerdos, de compartir vivencias que se convierten en parte de nosotras mismas. Y una parte especialmente brillante. Como esa purpurina que nunca está de más.
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