Aythami Giner Juan. /EPDALa transición energética hacia un modelo más sostenible no es solo una meta deseable, sino una necesidad imperante tanto para la Comunitat Valenciana como para el resto de España. Este cambio, que busca un futuro más verde y autónomo, debe abordarse con una conciencia plena del impacto que nuestras decisiones tienen en el entorno natural y en los municipios rurales.
El autoconsumo y las comunidades energéticas no son meras alternativas, sino los pilares sobre los que debe edificarse esta estrategia energética. Estos sistemas representan el primer paso hacia una independencia energética genuina y sostenible. Dada la tendencia decreciente en el consumo energético observada en los últimos años, sería precipitado descartar la capacidad del autoconsumo para satisfacer las demandas energéticas futuras de la Comunitat.
Aun si el autoconsumo no lograse cubrir la totalidad de la demanda, esto no justificaría una transición energética que sacrifique suelos fértiles, cultivos y bosques. Un modelo energético ejemplar y verdaderamente sostenible debe priorizar las opciones que menos interfieran con el medio ambiente.
La instalación de paneles solares en azoteas, naves industriales, suelos degradados, minas inactivas y estructuras flotantes en embalses y balsas de riego, constituye un primer paso crucial. Además, el aprovechamiento de espacios infrautilizados, como las medianeras en autopistas y canales de riego, ofrece alternativas viables que evitan la ocupación y destrucción de nuestro entorno rural y de hábitats naturales, beneficiando en algunos casos a las infraestructuras existentes como evitar la evaporación de agua y la proliferación de algas.
El modelo propuesto por la patronal de las empresas de energías renovables (Avaesen), basado en macroplantas solares que invaden espacios naturales y cultivos productivos, dista mucho de ser sostenible. Los proyectos presentados en localidades como Villar del Arzobispo, Alcublas, el Valle de Ayora, Turís, Alborache, la Magda, la zona del Vinalopó, entre otros, son testimonio de un enfoque agresivo que necesita ser replanteado. Solo tras haber maximizado el uso de espacios ya modificados por la actividad humana y menos sensibles al cambio, deberíamos considerar, de manera racional y equitativa, la ocupación de terrenos con instalaciones pequeñas y bien distribuidas en todo el territorio valenciano que minimicen el impacto sobre el paisaje y sobre suelos de alto valor agrícola y ambiental.
Es imperativo que la Generalitat Valenciana se comprometa a liderar un cambio energético que sea sostenible y ejemplar, demostrando que es posible avanzar hacia la independencia energética sin comprometer la integridad de nuestro patrimonio natural y cultural. El modelo que en la Comunitat Valenciana se debe aspirar a implementar, es uno que garantice el bienestar de las generaciones presentes y futuras sin comprometer los espacios naturales los cuales tenemos el deber de conservar y el derecho a disfrutar.
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