Francisco J. Ribera, presidente de la Agrupación de Empresarios Turísticos de PeñíscolaVivimos en la actualidad quizás uno de los momentos de mayor incertidumbre de la historia para nuestro sector turístico. Acabando de asumir y digerir el desastre que ha supuesto el 2020 para nuestra actividad turística, no he sido capaz de encontrar aún en el panorama social ningún halo de confianza que nos dé claras señales de un pronto final para este desastre con el que llevamos conviviendo hace casi ya un año. Todo y a pesar que nos anuncian a bombo y platillo que estamos al principio del final gracias a la llegada de la vacuna. Pero por desgracia, a este
final lo veo aún demasiado largo, demasiado guerrero y “voraz”, capaz de llevarse aún muchos negocios y esfuerzos de familias enteras por delante; y pudiendo ser con lo que más temor y dolor me produciría: en el último momento y después de meses y meses de lucha para sobrevivir.
Apenas recordaba, después de tantísimos años, lo que es tener que vivir un invierno tan largo como éste, fulminado por la imposibilidad de poder trabajar (queriendo) y ejercer nuestra profesión lo más mínima y dignamente posible, más allá de nuestros continuos esfuerzos por desestacionalizar y encontrar nuevos alicientes para fomentar la actividad turística local y comarcal a lo largo de casi 9 meses.
Hecho a faltar durante estos meses una mayor implicación de nuestras instituciones, desde el punto de vista fiscal y económico, dotando a nuestro tejido empresarial de las ayudas necesarias (inyecciones económicas directas) a corto y medio plazo para que nuestros negocios puedan sobrevivir a esta ecatombe sanitaria. Porque todo el esfuerzo puesto actualmente en proteger a la clase trabajadora (esas piezas indispensables sin las cuales no podríamos llevar a cabo nuestros fines) mediante los ERTES y las ayudas excepcionales a personal fijo discontinuo puede caer además en saco roto si en el transcurso del relato de este final nos vamos topando con el cierre definitivo o bancarrota de decenas (cientos o incluso miles) de nuestras empresas dedicadas al turismo, y la hostelería.
Pero también quiero poner de relieve el espíritu luchador de cada una de las empresas turísticas de Peñíscola que, valiéndose de la experiencia adquirida y la solidez de nuestro destino siguen luchando, cada una a su manera y con sus medios, para mantener la cabeza fuera del agua durante este naufragio económico. En cuanto el temporal nos lo permita, seguro que saldremos caminando de la playa abrazados entre nosotros más unidos que nunca, porque la subsistencia de este motor económico local dependerá de lo que seamos capaces de hacer como conjunto, como
bloque, y con la generosidad necesaria para mantener agarrado al más débil y que no desfallezca ante una más que certera recuperación.
Si de otras, y gordas, hemos salido, ¡de ésta también lo haremos !
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