Mónica Caparrós. Pertenecemos
a un partido de izquierdas, hasta aquí la obviedad. Hasta hace
relativamente poco nuestra causa englobaba todas, todas las que
éticamente debíamos defender. No había conflicto; el Sahara,
Palestina, los No eternos a las guerras, la unión de la masa
asalariada, la defensa de la tierra… todo claro. De pronto (no tan
pronto, pero con una celeridad increible) aparecen nuevas causas,
causas que no habíamos tenido en cuenta pero que, indudablemente,
deben tener cabida en nuestra manera de entender la sociedad. El
feminismo, el ecologismo, el animalismo, la defensa de los derechos
LGTBI… todo se encuentra en nuestro espectro de acción.
Cuando
hablamos de pensar la izquierda siempre partimos de la base única
del conflicto de clases pero, entiendo, hay que esforzarse por
comprender que, pese a que sigue siendo el fundamento, tenemos la
obligación de no dejar fuera y de permitir un espacio desde el
minuto uno, a todas estas compañeras de viaje que desean ocupar su
lugar y tener voz y voto dentro de nuestro partido. Sé que lo
estamos haciendo. Nuestros mayores ya utilizan de manera natural el
lenguaje inclusivo, nuestros argumentos defienden la montaña con la
misma intensidad que la igualdad, hemos creado, estamos creando, el
lugar donde somos capaces de dar cabida a todos aquellos que, como
nosotras, estamos luchando por conseguir hacer de nuestro espacio un
lugar más justo para seguir creciendo. La cuestión es que esta
manera transversal de entender las luchas genera muchas veces
contradicciones. La otra cuestión es que las vamos superando y estoy
orgullosa.
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