Las hormigas tejedoras del género Oecophylla utilizan sus propias larvas para unir los extremos de las hojas mediante la seda que estas producen. / Sergio Ibarra MelladoJosé Manuel Vidal Cordero abre una ventana al
formidable mundo de la mirmecología en Las
hormigas, el nuevo libro de la colección ‘¿Qué sabemos de?’ (CSIC-Catarata).
“La cantidad total de materia viva de estos individuos es mucho mayor que la de
cualquier otro grupo de insectos, mantienen numerosas relaciones con animales y
plantas, y su tipo de vida ha propiciado una gran variedad de comportamientos,
pero las hormigas siguen siendo grandes desconocidas para la ciudadanía, más
allá de verlas como organismos agresivos y molestos que entran sin permiso en
nuestra despensa”, comenta el entomólogo de la Estación Biológica de Doñana
(EBD).
La familia Formicidae comprende alrededor
de 13.500 especies conocidas en todo el mundo, sin contar las más de 750
especies de hormigas fósiles identificadas. Solo en la península ibérica se han
registrado cerca de 300 especies de hormigas, lo que da muestra de su
abundancia y diversidad. En cuanto a su distribución, las zonas tropicales son
más ricas en especies, pero lo cierto es que, menos en la Antártida,
podemos encontrarnos ejemplares de hormigas en cualquier lugar, excepto en los
medios acuáticos.
¿Para qué sirve una hormiga?
Estos insectos juegan un papel clave en la regeneración
y el funcionamiento de los ecosistemas. Para empezar, las hormigas se alimentan
de semillas y “de su consumo a la dispersión solo hay un paso, ya que no todas
las semillas llegan al hormiguero”, explica Vidal Cordero. También contribuyen
a la polinización. Además de las hacendosas abejas y mariposas que normalmente
identificamos con estos menesteres, se han descrito casos de polinización por
hormigas en más de 40 especies de plantas.
Muchas plantas mirmecófilas las quieren cerca de
ellas por su agresividad. Estas especies producen néctar rico en azúcares y
aminoácidos para atraer a las hormigas. De esta manera, permanecen cerca de las
plantas para aprovechar este recurso y las protegen de las incursiones de otros
insectos que se alimentan de ellas. Por otro lado, sus hábitos carroñeros y de
depredación las convierten en eficaces sistemas de limpieza de la
naturaleza porque retiran los cadáveres de animales de pequeño porte y
participan en las primeras etapas de descomposición de seres vivos de mayor
tamaño.
Y el suelo, el hábitat de muchas de ellas, ve modificadas
sus propiedades físicas y químicas. “El amplio espectro alimenticio de muchas
especies de hormigas genera suelos más ricos en sodio, calcio, magnesio,
fósforo, zinc, hierro y manganeso”, describe el entomólogo. “Los montículos de
desperdicios de las hormigas brindan unas condiciones favorables para las primeras
etapas de la descomposición de la materia orgánica por parte de bacterias y
hongos. Con sus hormigueros subterráneos, participan en el aireamiento del
suelo y en los procesos de descomposición de la materia”, añade. Estas son
solo algunas de las funciones que desempeñan, por eso no es de extrañar que se
les haya otorgado el título de ‘ingenieras de los ecosistemas’.
La fundación de un matriarcado
Las hormigas son uno de los ejemplos de
eusocialidad, un término que alude al nivel más alto de organización social
dentro del reino animal. La división del trabajo de la casta obrera es una
de las características más sorprendentes de estas sociedades. Según el
investigador de la EBD, “cada obrera parece estar especializada en una tarea en
concreto, sin embargo, dichas labores cambian a lo largo de su vida.Desde su nacimiento, las obreras participan en los cuidados de la reina y la cría, así como en el mantenimiento del nido. Después se ocupan de la defensa de la
colonia y la búsqueda de alimento. Estos cometidos son los más peligrosos, por
eso las obreras más viejas se encargan de llevarlos a cabo”.
¿Y cómo se funda este matriarcado?
Por lo general, cada regente se
tiene que ganar a pulso su cargo. Tras copular por primera y única vez con uno
o varios machos, la futura reina elige un lugar y se entrega a la ardua tarea
de poner huevos y criar a una generación de hormigas obreras capaces de hacer
excursiones al exterior en búsqueda de alimento. Así, poco a poco se irá
creando una colonia con suficientes miembros para asegurar su supervivencia.
Pero este ‘final feliz’ no siempre se consigue. “Por cada reina que inicia una
colonia, cientos o miles de ellas mueren en el intento”, explica Vidal Cordero,
que en libro describe este y otros mecanismos de fundación de una colonia.
Falsos mitos sobre las hormigas
Las hormigas siempre han sido idealizadas como ejemplos de
dedicación, efectivas, ordenadas y constantes. “Nada más lejos de la realidad”,
aclara el autor. “Dentro del hormiguero no siempre prevalece el esfuerzo, la
paz y la armonía”, apunta. Para empezar, el entomólogo desmonta la leyenda de
que las hormigas nunca duermen. Todas descansan y comparten muchos de los
componentes del sueño de los mamíferos. “Un estudio llevado a cabo por
investigadores estadounidenses en 2009 y realizado con hormigas de fuego (Solenopsis
invicta) reveló que las obreras duermen más a gusto en las paredes, en el techo
o justo en el centro de las cámaras, donde descansan sin ser molestadas.
Además, se ha observado la presencia de indicadores de que las hormigas, al
igual que nosotros, son capaces de entrar en sueños profundos”, explica Vidal
Cordero. Eso sí, distribuyen el sueño de un modo diferente. Por ejemplo,
las obreras de la hormiga de fuego duermen unas cinco horas diarias, pero ese
tiempo lo dividen en siestas de un minuto.
También es una falsa creencia que el éxito de la vida
colonial se sustenta sobre los pilares de la paz y la armonía. Se han descrito
rituales de dominancia entre reinas de diversas especies en las que las
soberanas luchan por los derechos de reproducción. Entre otras, las estrategias
más sutiles evitan el enfrentamiento cara a cara y contemplan la destrucción en
secreto de los huevos puestos por su rival o, incluso, la liberación de
sustancias químicas que inhiben la producción de huevos en los ovarios de otras
reinas y la maduración de los ovarios de las obreras.
Comunicarse con todos los sentidos
Los mecanismos de comunicación utilizados por las hormigas
son otra de las facetas más extraordinarias y curiosas de esta familia. Sin
duda, el olfato es el sentido por excelencia en una vida que acontece
dentro del suelo, bajo una piedra o en el interior de un árbol. “En este mundo
los mensajes viajan por el aire en forma de moléculas que son captadas por las
antenas. Los olores que emiten y reciben están compuestos por un complejo de
sustancias químicas denominadas feromonas. Toda la regulación, integración
y cohesión que definen los niveles sociales de las comunidades de hormigas
dependen de esta base química. La respuesta a una de estas señales dependerá de
la concentración de la feromona y el contexto en el que esta se encuentre”,
ilustra el autor.
Asimismo, es conocida su capacidad de transmitir mensajes a
través de una caricia o golpeteo de sus patas o antenas, pero además del olfato
y del contacto físico, las hormigas utilizan la vista y la comunicación
acústica. Gracias a su visión, las hormigas del desierto del género Cataglyphis pueden
encontrar en el desierto del Sáhara insectos que murieron de agotamiento por el
calor. Por su parte, las señales acústicas en las hormigas sirven como alarma
para reclutar a otros miembros de la colonia hacia una fuente de alimentos o
para acudir a algún lugar de forma urgente. El sistema más común es la
estridulación, que consiste en frotar dos superficies corporales, como hacen
los saltamontes y los grillos. “Todos estos mecanismos no se anulan entre sí,
sino que mejoran el efecto de cada uno de ellos”, indica José Manuel Vidal.
El texto también describe algunos de los comportamientos más
curiosos. “Hay hormigas que bucean, otras que construyen balsas con sus propios
cuerpos, y unas que pasan su vida como nómadas. Algunas especies son agricultoras,
otras ganaderas, y otras que ejercen como jardineras. Incluso algunas se
comportan como verdaderas kamikazes. No hay más que abrir las páginas de este
libro para dejarse sorprender por esta familia”, concluye el autor.
Las hormigas es
el número 126 de la colección de divulgación ‘¿Qué
sabemos de?’ (CSIC-Catarata). El libro puede adquirirse tanto en
librerías como en las páginas web de Editorial CSIC y Los Libros de la
Catarata. Para solicitar entrevistas con el autor o más información, contactar
con: g.prensa@csic.es (91
568 14 77).
Sobre el autor
José Manuel Vidal Cordero es licenciado en Biología,
Máster en Conservación, Gestión y Restauración de la Biodiversidad por la
Universidad de Granada y miembro de la Asociación Ibérica de Mirmecología
(AIM). Actualmente, está terminando su doctorado en la Estación Biológica de
Doñana (EBD), donde también trabaja en calidad de entomólogo en el Proyecto
Interreg CILIFO (Centro Ibérico para la Investigación y Lucha contra los
Incendios Forestales). Su trayectoria investigadora se ha centrado en la
entomología, especialmente la mirmecología. Una de sus ambiciones como biólogo
es la divulgación científica, en la que participa activamente.
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