No soy un gran apasionado de la historia egipcia. De esta civilización se ha dicho casi todo, hasta que fueron extraterrestres. ¡Como si no tuviésemos bastante con los que nos rodean! Pero hay que reconocer que cuando una persona piensa en pirámides le viene a la cabeza Egipto. No China, ni Méjico, ni la India, sino Egipto.
Estructuras piramidales con un vértice muy claro que se va ensanchando a medida que baja hacia el suelo. Esto es, precisamente, lo que ha permitido que el término se traslade a otras construcciones mentales, desde la economía hasta la sociedad. También la corrupción, faltaría más.
El otro día cayeron en mis manos dos cuentos para niños que hablaban de estas pirámides. De uno de ellos, más urbanita, ya les adelanté algo tiempo atrás. Pero ahora ha llegado el momento de mostrarles parte del otro, con más movilidad. Les recomiendo que lo lean cuando estén de vacaciones en Peñíscola. El cuento habla de cómo construyeron esa pirámide, con contratos de mantenimiento varios, con sobres por aquí y por allá, con aparcamientos subterráneos, con empresarios ampliando y reformando villas hasta en la coma de esta misma frase. Y van, y vienen, y van, y vienen, y van.
El cuento me resultó de lo más instructivo, porque soñé que me lo contaban algunos protagonistas. Me los imaginaba en un bar cualquiera de la UJI haciendo sus encargos con algún que otro pastor de ganado ovino. Todo muy egipcio, la verdad.
Desde que leí esos dos cuentos de los que le hablaba entendí mejor lo de las pinturas y jeroglíficos cuando representan a un hombre egipcio con una mano delante en alto y otra detrás abajo.
Pero yo soy más racional. Me gustan las matemáticas. Creo en el teorema de Pitágoras. Si aplicamos ese teorema a un triángulo equilátero podremos calcular la altura del mismo. Y eso sí es importante, porque en la cúspide de las dos pirámides de los cuentos hay dos visires (ya sé que esto es musulmán, pero queda bien) muy involucrados en la construcción de ambas. Además, si colocan un triángulo a lado del otro, podrán encajar un tercero invertido entre ambos. Esa es la base para un último triángulo, en la cima de la cual está la abeja reina, el ojo de Sauron que todo lo ve y consiente.
¿Les parece toda esa superposición de pirámides y triángulos algo muy inestable? Por supuesto. Solo tiene que venir Manimanitas con su pala mecánica para que fiscalice la caída.
Y colorín colorado, esta historia no ha acabado. Espero que les haya gustado. No tardarán mucho en que trascienda las páginas del cuento.
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