Hoy el país emergente por antonomasia, Brasil, que prepara dos eventos internacionales de primer orden, vive unos días de agitación en sus calles. No es el único. La gente está saliendo a las calles en búsqueda de algo mejor. Se supone que buscan un cambio político, se supone que buscan más derechos para los colectivos, más justicia social.
Yo creo, sinceramente, que la humanidad está en una búsqueda de aquello que la hace humana. Necesita poder volver a ser vulnerable, necesita volver a sentir, necesita poder hablar de amor sin que eso conlleve connotaciones de dolor o de burla. El ser humano está en una búsqueda de si mismo, de su identidad pero está buscándolo fuera, está buscando en la calle y en los gobiernos lo que sólo se consigue en las calles interiores que conducen al Gobierno interno.
Hay que apartar a la gente mala, porque o ellos son así por decisión o lo son porque son más infelices que el resto y ese tipo de gente acaba arrastrándote a su propio agujero.
Durante muchos años se ha buscado en la colectividad la solución a un problema que es individual. Nietzsche dijo que Dios ha muerto, y eso que algunos aún celebran por realizar un análisis superficial y corto, supuso el aviso de que el hombre estaba perdiendo aquello que le hacia especial: una mezcla especial de emoción y raciocinio. De espiritualidad y pragmatismo.
El hombre necesita a Dios, y por Dios no me refiero necesariamente al Dios en el que yo creo, ni a otro. No por necesitar se ha de imponer. El hombre necesita volver a tener valores (si es que alguna vez llegó a tenerlos).
El hombre ha de volver a desnudarse. Ha de encontrarse, sólo entonces, cuando realice ese camino introspectivo y selectivo, podrá hacer lo que vale la pena en la vida : compartir . Compartir lo bueno. Lo humano y lo divino.