SUSANA GISBERT. /epdaMi madre siempre ha usado una frase que en su día yo no entendía bien. Cuando hablaba de tareas domésticas y, sobre todo, hechas deprisa y no muy exhaustivamente, decía que había hecho “lo que ve la suegra”. Con ello se refería no a su suegra en particular -mi abuela- sino al estereotipo que la cultura popular ha construido durante mucho tiempo sobre las suegras. Un estereotipo rancio, machista, y, afortunadamente, pasado de moda. O no.
Yo creía que esto estaba superado. La idea de esa suegra metomentodo, que machacaba a la nuera porque no tenía la casa como los chorros del oro ni planchaba las camisas a su retoño con la primorosidad que el niño de sus ojos merecía fue un cliché durante mucho tiempo, y nos dejaba en un papel nada airoso a las mujeres, sobre todo a partir de determinada edad. Y cuando las suegras se convertían en abuelas, la cosa se ponía aún peor, porque la pobre nuera nunca tendría a las criaturas a su gusto. Y todo sin contar con los hombres, que con contribuir a la concepción de esas criaturitas y lucir las camisas planchadas con primor, tenía más que de sobra. Con eso, y con tener que tomar partido por una de las dos mujeres, necesariamente enfrentadas si se era fiel al modelo que la sociedad nos había vendido.
Pensaba que esta historia poco debería tener que ver con nuestra sociedad actual, hasta que una campaña del Ayuntamiento de Castellón en estos días me dejó ojiplática. Porque retomaba todos los estereotipos sobre las suegras, pretendiendo, además, un desenfado y una comicidad que no tienen ninguna gracia. Por más que la busquemos.
Las frases que utilizaba la campaña no tenían desperdicio. “Piénsalo bien cualquier opción será mejor que comer en casa de tu suegra”, “Sonríe, tu suegra está vigilando”, “Los bebés llegan con un pan debajo del brazo, tu suegra llega sin avisar” y mi preferida, “Ordena tu casa antes de que tu suegra ordene tu vida”. Semejantes lindezas pretendían activar una campaña comercial por el “Día de la suegra”, 16 de junio. Pero a mí, la verdad, me da ganas de echar a correr.
Afortunadamente, la campaña sigue, pero esas frases han sido eliminadas Ignoro de quién fue la idea ni quién reintegrará el dinero que costaron esos carteles que ahora se retiran, y casi prefiero no saberlo. Pero no es la primera vez en los últimos tiempos que una campaña ha de retirarse a corre prisa porque no cubre los mínimos filtros de igualdad. Y eso es para hacérnoslo mirar
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