Susana Gisbert. /EPDAEs tiempo de preselecciones, el primer paso para que trece mujeres y trece niñas afortunadas culminen el sueño de ser Fallera Mayor de Valencia y corte de honor. Por eso, a mí, que sigo con basan afición los temas falleros, no debería extrañarme que en estos días me salten constantemente imágenes de falleras en redes sociales y buscadores. Pero hubo una que se salía de l que era habitual. Tuve que echar atrás, volverla a buscar y frotarme los ojos para comprobar que era verdad una vez localizada.
Era una fotografía de Luz Casal peinada de fallera mientras daba su concierto de la Gran Feria de Valencia. De fallera, no cabía duda. No es que llevara un moño con reminiscencias valencianas, ni que se hubiera peinado como la princesa Leia de La Guerra de las Galaxias. Iba de fallera. Con sus tres moños, y sin faltarle detalle. Ganchos, agujas, peinetas y pendientes. Como está mandado.
Por supuesto, me surgió la pregunta ¿Qué hacía esta gallega de pro peinada como si se fuera a la Ofrenda a la Maredeueta? Pues, que yo sepa, no responde a ningún propósito oculto, ni pretende congraciarse con nadie, más allá de los valencianos y, sobre todo, de las valencianas. Era un homenaje a nuestra tierra, a nuestra indumentaria, a nuestras mujeres y, especialmente a las falleras. Y yo como mujer, valenciana y fallera, lo agradezco en el alma. Entre otras cosas, porque me ha proporcionado un tema del que hablar más allá del fútbol y de la política judicializada o de la justicia politizada, como se quiera ver. Solo por eso, chapeau, Doña Luz.
Pero no se trataba solo de dar tema de conversación, de hacer que se hable de ella, aunque sea inevitable hacerlo. Y, aunque seguro que habrá algún malasombra que pensará en propaganda encubierta de esto o de lo otro, me importa un comino. Lo que me importa es ese impacto tan sorprendente como positivo que me causó esa imagen. Y que estoy segura de que causaría a muchas valencianas y valencianos, a muchos falleros y sobre todo a muchas falleras. Y con eso me quedo.
No sé que pensará ahora Luz Casal de nuestro peinado típico, después de haberlo lucido durante un buen rato. Pero, quien se haya vestido de fallera alguna vez, seguro que le reconoce el mérito. Porque por más bien que se haga, y por más que quien lo ejecute sea la mejor profesional del mundo, cómodo no es. Palabra de fallera. Por eso, y una vez más, gracias, Luz Casal. Mil gracias.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia