Susana Gisbert. /EPDAHace ahora dos años me asomaba a estas mismas páginas para contar y compartir la experiencia de bailar por primera vez en la Dansà de la Virgen. Un homenaje bailado que se hace a nuestra patrona, la Virgen de los Desamparados, y que es, como reza el título, más que folklore. Mucho más.
A nadie que me conozca se le escapa que bailar, sea lo que sea, es algo que me encanta. Pero, lo de la Dansà es diferente. Es difícil imaginarlo para quien no lo haya vivido, pero llegar a esa plaza emblemática para cualquier valenciana -especialmente si, como yo es fallera- y encontrarla llena hasta los topes de personas ataviadas con nuestra indumentaria tradicional, bailando al mismo paso, es impresionante. Y si le sumamos la cantidad de gente que, alrededor de la plaza, permanece esperando durante mucho tiempo solo para verlo, todavía impresiona más.
No podemos perder de vista, además, que, como dice el dicho, son todos los que están, pero no están todos los que son. O, en román paladino, que no cabe todo el mundo que desea ir a bailar y hay que poner normas para otorgar esas ansiadas plazas. Y no todo el mundo que quiere puede ir, por suerte o por desgracia.
No obstante, y como soy optimista hasta decir basta, considero que es una buena noticia. Que haya tana gente deseando bailar en la Virgen un viernes por la noche n vez de hacer cualquier otra cosa es una noticia fantástica. Ojalá cundiera el ejemplo.
Y aun contaré más. Todas estas personas que estábamos siguiendo la música con nuestros pies, nuestros brazos y nuestras castañuelas de la mejor manera posible, no vamos allí y ya está. Llevamos tiempo trabajando, ensayando, aprendiendo esta y otras danzas, y quitando tiempo a nuestro ocio para hacer algo digno. Porque la ocasión no merece otra cosa.
Por otro lado, si alguien trata de encontrar un patrón, o un común denominador de todas las personas danzantes en la plaza, lo va a tener difícil. Las edades oscilan entre los 8 años -edad mínima reglamentaria para participar en la Dansà infantil- hasta el infinito y más allá. Y no exagero, me consta que había personas de hasta ochenta años, ahí es nada. De modo que nos encontramos a madres e hijas, padres, hermanos, parejas y hasta abuelas y nietas bailando al mismo son, al de nuestra tierra y nuestras tradiciones. Y eso tiene capacidad de emocionar a cualquiera, aunque afirme que el baile, las tradiciones y la tierra le traen sin cuidado. Y quien, no me crea, que haga la prueba el próximo año.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia