Susana Gisbert. /EPDA Este domingo celebrábamos el Día de la madre, uno de los días temáticos más arraigados, por más que su origen tenga más que ver en el consumismo que en el verdadero amor maternal. Pero a veces el fin justifica los medios y esta es una de ellas. Cualquier excusa es buena para reconocer a las madres y, por qué no, par hacerle un regalo, que siempre se agradece.
Soy una de las muchas mujeres que celebro este día en su doble vertiente. Soy hija y soy madre también. Así que, si todo sale como debe, me toca regalar y ser regalada, homenajear y ser homenajeada, una peculiaridad de este día que no sucede con el resto de los días conmemorativos, excepción hecha, por supuesto, de su paralelo Día del padre.
Es cierto que hoy en día estas celebraciones quedan desdibujadas ante los nuevos modelos de familia. Nuestras criaturas pueden tener do padres o dos madres, desmintiendo el dicho tantas veces repetido de que “madre no hay más que una”. Pero no creo que eso sea suficiente para eliminar el día que homenajea a las madres. Con explicarlo, basta. Como tantas otras cosas.
Pero polémicas aparte, yo quiero aprovechar este día para reivindicar a esas madres que, como la mía, vivieron un tiempo en que ser mujer era todo un hándicap. Esas mujeres que lo daban todo y no recibían apenas nada. Mujeres que lucharon, desde sus particulares trincheras, para que sus hijas pudiéramos ser todo lo que ellas tuvieron vetado. Mujeres que, además, eran las últimas en poder reclamar derechos y las primeras en tener que cumplir obligaciones.
Estas madres deberían ser revindicadas y celebradas todos los días. Pero, por si acaso, no está de más que el calendario nos lo recuerde. Y, de paso, nos aprovechamos quienes, después que ellas, sacamos nuestro carné de madres, por más que, a veces, a su lado, nos veamos inmersas en el síndrome de la impostora.
Ser madre no es fácil, sobre todo para quienes tuvimos muy fácil ser hijas. Nuestras madres quisieron darnos tanto que es difícil estar a la altura con nuestras hijas e hijos. Pero eso no es razón suficiente para no intentarlo cada día. El camino se recorre andando. El de ser madre, también.
Felicidades desde aquí a todas las madres del mundo. Nos ha tocado una tarea difícil, pero la recompensa merece la pena. Seguro.
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