Rafa Tomás.
Ciertamente
el resultado de las pasadas elecciones europeas tiene que hacer
reflexionar mucho a toda la ciudadanía europea. Hay muchos aspectos
preocupantes. Por ejemplo, la gran cantidad de ciudadanos y
ciudadanas que no han ido a votar, negándose a ejercer su capacidad
de elegir alternativas y planteamientos para la realización de
programas de acción. O el aumento desmesurado de partidos
que se niegan a potenciar Europa y que sólo desean la salida y la
fragmentación europea. O el aumento de grupos de extrema
derecha muy radicales, con la sorprendente victoria de uno de estos
grupos en la Francia de la libertad, de la igualdad y de la
fraternidad. Aunque, si miramos científicamente los resultados
obtenidos, el grupo popular y conservador europeo ha perdido 62
escaños y el grupo socialista sube ligeramente y la Izquierda
Unitaria Europea y el grupo de los Verdes también han subido y en
España pasa igual: el PP dice que ha ganado las elecciones, cuando
ha perdido el 62% de los votos respecto a las elecciones de
noviembre de 2011 y tiene muchos menos apoyos que todos los
partidos de izquierda juntos. Pero no nos podemos engañar: los
resultados de estas elecciones son una llamada inequívoca al cambio
en los contenidos y en las formas de hacer política. Y estas
elecciones significan claramente que la ciudadanía europea
mayoritariamente está harta de las recetas de austeridad, que al
final sólo dan más paro, más pérdida de derechos y más
precariedad social.
Yo
creo que, más allá del cabreo, una de las mejores soluciones es la
potenciación de la fuerza del socialismo democrático en
toda Europa. La historia nos ha mostrado que el gran cambio para la
sociedad del bienestar vino de la mano de los gobiernos
socialdemócratas en la Europa de la postguerra. Pero los partidos
socialistas han de realizar un cambio muy profundo. Y en España para
qué les quiero explicar. Justa o injustamente, una gran parte de la
ciudadanía nos percibe como grupos cerrados, sometidos a los poderes
económicos, incoherentes entre lo que prometemos y lo que hacemos,
con excesivo apoyo a las personas corruptas y egoístas que hay en
muchas instituciones, especializados en quedarse en los mejores
sitios hasta su jubilación y sin cambio de personas jóvenes y
preparadas. Se ha gobernado con mucha incoherencia en políticas
fiscales, favoreciendo a los más poderosos. Se ha estado más cerca
de la Europa de los mercaderes que de la Europa de los
ciudadanos. El Partido Socialista se ha convertido en un espacio
cerrado, alejado de la gente, sin explicaciones pedagógicas
para justificar la realización de políticas progresistas, con la
tentación continua de caer en el populismo más retrógado de la
España eterna, en vez de trabajar por una España moderna y libre,
laica y progresista. Y hemos de cambiar muy profundamente. A partir
de nuestras ideas de izquierdas para hacerlas vivir en nuestro mundo
de hoy.
El
Partido Socialista se ha encerrado en muchos sitios en si mismo. En
muchísmos sitios no hay Partido. Hay grupúsculos, cuyo
único objetivo es sobrevivir en sus ridículos minipoderes o en
su caciquismo municipal o comarcal o provincial. Persiguiendo a los
otros. Alejándose de la ciudadanía, de sus problemas, de sus
alternativas de mejora. Sin sumar, sin colaborar. Y así nos está
yendo. Miren nuestra Comunidad, que tiene el Partido Popular más
corrupto de España y siguen ganando. O miren Sagunto. Las
elecciones europeas nos han explicado bien claramente que
hay que superar el autismo, que hay que cambiar las caras, que hay
que hablar mucho con las personas, que hemos de creer en nuestras
políticas socialdemócratas para mejorar la calidad de vida de
la ciudadanía, que hemos de explicar la necesidad de una gran
solidaridad fiscal, que hemos de controlar a las empresas y a la
banca, que hemos de eliminar a las personas corruptas. Y eso lo
podemos hacer solos o con nuestros compañeros y compañeras de la
izquierda, porque somos más, porque es lo que quiere la mayoría
de la gente. Y para eso, pese a todo, hemos de conseguir esos pactos
y esa fuerza en otra Europa, que no sea xenófoba ni insolidaria. En
caso contrario, los mercaderes nos harán la vida cada día más
insoportable.
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