Ana Gómez
Ana GómezLa radiografía de los hogares valencianos se ha
transformado notablemente durante la última década. Vivimos una sociedad
individualista, cada vez más solitaria. Y esta tendencia se percibe en barrios,
en la forma de relacionarnos, en la configuración de los hogares, pero sobre
todo y fundamentalmente, en un deterioro de la salud y empobrecimiento de los
colectivos más vulnerables.
En uno de cada cuatro hogares vive solo una persona. Hay
muchas situaciones pero la más común es la de mayores que acaban viviendo sin
compañía al enviudar. Muchos de ellos tienen familia, no están abandonados a su
suerte, pero las conexiones sociales van disminuyendo cada día y la sensación
de falta de compañía aumenta.
Al fin y al cabo, la soledad es un sentimiento subjetivo, con
matices negativos, que está generado por ausencia de apoyos. Es muy preocupante
que estas situaciones de soledad se vayan cronificando y extendiendo.
Con motivo del Día Mundial de las Personas Mayores del 1 de
octubre solemos pensar con ternura y emoción en nuestros seres queridos con más
edad. Más allá de esto, tenemos que cambiar de mentalidad. Un gesto tan
sencillo por preocuparse de un vecino que sabemos vive solo y constatar que se
encuentra bien puede constituir un bálsamo que alivia esa cadena de aislamiento
de muchos mayores.
Son gestos individuales necesarios. Pero también hay que
dar pasos colectivos, reclamando una actuación conjunta de administraciones
públicas, agentes sociales, Tercer Sector. Tenemos que ser capaces de configurar
una sociedad que no aparca a los mayores, una comunidad inclusiva que quiere
superar ese reto intergeneracional, con políticas sociales, laborales,
sanitarias, económicas, fiscales y de vivienda.
En Valencia ya hemos tenido casos de personas mayores que
mueren en su vivienda, sin que salten alarmas durante días o meses. Son
situaciones extremas que remueven conciencias pero destapan algo todavía más
complejo e invisible: la falta de dignidad de personas mayores que viven solas.
Es momento de reaccionar. Ya hay iniciativas loables que
ponen en valor la humanidad como base para el bienestar emocional. El
voluntariado es una magnífica receta para fomentar la participación social
activa de las personas mayores y prevenir el deterioro físico y mental. Pero
además, organizaciones como Cruz Roja llevan a cabo numerosos proyectos de
acompañamiento, de escucha activa, de apoyo mutuo.
Vamos a una sociedad cada vez más envejecida, y esto sólo
acaba de empezar. Es momento de escuchar a nuestros mayores e impedir que sigan
viviendo vidas solitarias.
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