Rafa Escrig.
¿Quién
no ha pensado alguna vez o ha deseado tener algún superpoder? ¿Quién
no ha querido alguna vez ser invisible, o poder volar, o verse libre
de varios atacantes con unas sencillas llaves de Taekwondo? Todos
estos deseos de nuestra perdida juventud han representado para muchos
la frontera de nuestros sueños. Sueños inspirados en películas, en
novelas, o en aquellos cómics de aventuras que leíamos con
verdadero deleite. La imaginación nos vino de la mano de héroes
como El Capitán Trueno, El Guerrero del Antifaz, Superman o de Flash
Gordon, mi favorito. Nuestra fantasía se fraguaba en esos héroes a
los que nos queríamos parecer. Después de ver una película de
aventuras, nosotros éramos el capitán pirata y el jinete que
luchaba contra los indios o el espadachín justiciero que rescataba a
la chica, y tras leer una historieta, en el silencio de nuestra
habitación, nos identificábamos con aquellos personajes y volábamos
en alas de la imaginación a ese mundo en donde todo se puede
conseguir con valentía y una especial dosis de suerte, que sólo
puede lograr el héroe de un cómic.
Cuando
hemos sido menos jóvenes y el mundo nos ha demostrado que el mundo
de la fantasía no pueden convivir junto con la realidad; que no
podemos ser, ni siquiera imitar a ese personaje que envidiamos, es
cuando empezamos a perder la inocencia. Dejamos atrás aquella
ingenuidad que no teníamos como tal y comenzamos a vivir las
experiencias reales, no las que le sucedían al personaje de nuestras
novelas, sino las de verdad, aquellas en que podías ser el perdedor.
De todas formas, la vida siempre nos deja un resquicio por donde
seguir soñando y en medio de la desgracia, en medio de la
mediocridad, nos es grato imaginar qué haríamos nosotros si
fuéramos Spider-Man o El hombre enmascarado, y si esto ocurre
durante unos minutos, si aún te queda la suficiente imaginación en
el depósito de tus sueños como para pensar en ellos, es que aún
eres joven. También es cierto que los superpoderes que uno quisiera
poseer en ciertas etapas de su vida son del orden de que le
desaparezcan sus deudas, o que no le duelan las rodillas, o poder
dormir toda la noche del tirón.
Pero
aunque dejemos de leer novelas de aventuras, nos aburran las
películas de Superman o cambiemos de canal cuando aparezca Robocop,
busquemos en nuestro interior un resto de imaginación. No dejemos
escapar al Peter Pan que llevamos dentro, porque los personajes de
nuestras fantasías aún existen y están viviendo ahí, en la tierra
de Neverland, donde todo es posible y donde el verdadero héroe eres
tú.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia