A finales
de la pasada semana,
asistí en Madrid a las Jornadas sobre Retos y Oportunidades
para la Convivencia
y la Paz en las Ciudades, organizadas por la Asociación
Española de
Investigación para la Paz, en las que colaboraba la Federación
Española de
Municipios y Provincias.
Lo que, en
un principio, se
planteaba como una asistencia como mero espectador, acabó
siendo una invitación
a participar en una mesa redonda, para debatir sobre el tema
central de las
jornadas con directores de periódicos digitales de carácter
nacional,
representantes del Ayuntamiento de Madrid, el alcalde de
Granollers, directores
de fundaciones y asociaciones relacionadas con el sector… y
Benavites.
Encontrar
sinergias y
coincidencias entre la experiencia de un municipio de tan poca
población en una
mesa con grandes ciudades parece no ser una tarea sencilla,
pero solo es
necesario poner sobre la mesa la convivencia como el principal
valor que
tenemos los pequeños municipios.
Como decía
el alcalde de Trujillo,
“la responsabilidad de quien gobierna es hacer cosas que los
ciudadanos interioricen
para conseguir una sociedad más solidaria y más justa”. No le
falta razón.
Anoté la frase porque, por encima de garantizar la retirada de
basuras o el
encendido diario del alumbrado público, los gestores locales
estamos obligados
a promover la creación de una sociedad justa en un entorno de
convivencia.
Pero para
ello, es necesario el
desarrollo de tres pilares fundamentales: la formación, la
cooperación y el
diálogo. Cuando la Administración habla de participación y
transparencia, debe
referirse a algo más que a poner al alcance de la ciudadanía
documentos que, en
la mayoría de casos, les resultan inteligibles. Es necesario
explicar la
Administración en palabras que cualquier ciudadano pueda
entender, pretendiendo
la colaboración ciudadana para mejorar nuestras ciudades. Una
sociedad bien
formada huye del conflicto para buscar la solución y ese sería
el primer paso para
lograr una mejor convivencia.
Por otro
lado, la cooperación es
la principal herramienta con que contamos para evitar la
aparición de desigualdades
o para tratarlas, si aparecen, pretendiendo su plena
integración social. Pero,
en esa tarea, los Ayuntamientos deben jugar un importante
papel, con
independencia de su tamaño poblacional. Y eso supone una
mejora de la financiación
local que no minore las oportunidades de los habitantes del
ámbito rural como
si fueran ciudadanos de una categoría inferior. Es necesaria
la aplicación estricta
del principio de subsidiariedad para que los ayuntamientos
podamos atender a
nuestros vecinos con plena competencia, pero también con
suficiente capacidad
económica.
Y, en
tercer lugar, el diálogo es
la herramienta que debe llevarnos al éxito en este reto. La
comunicación
favorece la pacificación y la convivencia, y enriquece las
conclusiones y el
crecimiento de los pueblos. La convivencia no entiende de
ideologías o, diría
aún más, las ideologías son contrarias a la convivencia, si no
saben acotarse
en su justa medida. Es necesario el diálogo como factor de
crecimiento y
desarrollo grupal, dejando atrás prejuicios y estigmas que
impidan una
integración local plena.
Con esto,
la conclusión viene a
ser que, dentro del importante papel que los municipios
debejos jugar en este ámbito,
es fundamental que dejemos de hablar de retos para la
convivencia y asumamos
que la convivencia es nuestro principal reto. Será un primer
paso, pero
fundamental, para avanzar hacia una sociedad mejor.
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