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El PSOE ha optado por la historia y por la mirada
al pasado. La victoria de Puig era previsible en un partido viciado de tantas
tuberías oxidadas. El PSOE no está preparado para un discurso como el de
Gaspar. No es país para cambios este país nuestro. Se prefiere demasiado habitualmente
lo malo conocido. El PSPV afronta ahora unos meses de nada nuevo, una larga
agonía hasta una campaña desilusionante y luego intentar gestionar su suelo
electoral para repartir algunas pocas parcelas de poder entre los sedientos y
escasos favorecidos.
El choque
generacional cae del lado de los que quieren jubilarse en política, la generación
de la transición del PSOE que se resiste a dejar el timón y que en tierras
valencianas ha ido de desastre en desastre hasta el desastre final. Gaspar era
una oportunidad de pelear por arañar algún voto al huracán Compromís. Ahora el
PSPV viaja en una eterna duda identitaria. No sabe qué es ni donde va. No tiene
mensaje entre un PP descuartizado e imputado y una izquierda luchadora,
imaginativa y movilizada. El PSPV se queda sin mensaje. Les será dificil hasta
encontrar un eslogan. Tendrán que tirar del desván de esloganes enlatados que
ha usado Puig en su campaña de primarias con fórmulas políticas de primero de
marqueting. Se quedan sin espacio electoral, sin alimento, como los
dinosaurios. Intentarán construir su parque jurásico particular en una isla de
poder pequeñita.
El
panorama ahora está abierto para saber quien será la segunda fuerza política.
Asumido tenemos que por ridículo que parezca los votantes que fichan de la
derecha caerán todos del mismo lado. La primera batalla por un gobierno
bipartito o tripartito ilusionante se ha perdido. Todos los demás lo tienen un
poquito más fácil. El PSOE sigue vacío de ideas.