Toni Quintana./EPDA
La reciente manifestación
protagonizada por el sector agrario en Valencia cuenta con mi más sincera
comprensión y solidaridad. No sólo comprendo el malestar que generan las
cotizaciones cuando son malas, como sucede este año con la naranja, o la
competencia desleal que ejercen los terceros países -por citar dos
circunstancias adversas en boca de todos-, sino que también comparto la
inquietud de agricultores y ganaderos desde mi doble condición de vecino de una
zona de interior y alto cargo de la Conselleria de Agricultura, donde lidiamos
a diario con los problemas que aquejan a este colectivo.
Porque
efectivamente los problemas existen, están ahí vienen de lejos y muchos de
ellos requieren de soluciones complejas debido a su carácter estructural. Pero
lo sustancial, en lo que gustaría incidir desde estas líneas es en el hecho,
tan cierto como la existencia de esas dificultades, de que estamos poniendo las
bases y trabajando muy duro para resolverlos. Nada más lejos de mi intención
que recurrir a la socorrida demagogia o a predicar sin repartir trigo después
porque creo que los números hablan con suficiente elocuencia. Desde 2015, es
decir, desde que el Govern del Botànic tomó las riendas del Consell tras los
comicios electores, la apuesta de la Generalitat por mejorar la situación en el
ámbito agrario ha sido una constante. Desde aquel momento el presupuesto de la Conselleria
de Agricultura no ha dejado de crecer y lo ha hecho de una manera muy
significativa, hasta el punto de concretarse ese incremento presupuestario en
un nada despreciable 160% durante el período comprendido entre los años 2015 y
2022. Durante el ejercicio correspondiente a este mismo año los fondos
destinados sólo al capítulo agrario de la Conselleria crecen un 10%.
Somos
la comunidad autónoma que más invierte de manera directa en sanidad vegetal
para la protección de los cultivos y en ayudas para fomentar la contratación
del seguro agrario entre los profesionales. Tampoco podemos olvidar el trabajo,
que ya está dando frutos tangibles, que se está realizando en Bruselas a través
del Foro Citrícola para que la Unión Europea atienda las demandas del sector, o
la Estrategia Valenciana del Regadío 2022-2040 o esa ley de estructuras
agrarias que debe convertirse en un instrumento fundamental a la hora de
diseñar y poner en marcha unidades de cultivo rentables y que los agricultores
deberían aprovechar al máximo.
No
quiero decir con esto, obviamente, que los problemas estén solucionados, ni
mucho menos, pero sí que contamos con buenos mimbres y que, si bien no debemos
incurrir en triunfalismos estériles, mucho menos aún podemos dejarnos arrastrar
por el desánimo. En este sentido, y para concluir, quiero hacer un llamamiento
a la cordura y la responsabilidad del sector, porque los tiempos de
dificultades son siempre terreno abonado para salvapatrias, oportunistas
mesiánicos y demagogos de todo pelaje, tal como comprobamos a diario. Nunca
debemos olvidar que los cantos de sirena son solo eso y que las sirenas como sabéis
no existen.
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