Susana Gisbert. Lo
confieso. Soy valenciana y no sé hacer paella. Si lo intento, me
sale un emplasto apto para cimentar catedrales, pero es que ni
siquiera lo intento. Y no por ello me siento valenciana, vaya.
Y es que
esos lugares comunes son muy recurridos, pero hay quien se los cree y
todo. Y toca andar de un lado para otro arrastrando prejuicios ajenos
acerca de cómo es cada uno en función del sitio donde haya nacido.
Y ya nos vale.
Pero
puestos a confesar, confesaré más. Tengo algún que otro amigo
andaluz que ni cuenta chistes ni es gracioso, por más que tenga
otras muchas virtudes. Y conozco catalanes tan generosos que parece
que tengan un agujero en el bolsillo aunque hayan de soportar eso de
“la pela es la pela” a todas horas. También conozco gente de
Galicia que nunca responde de modo ambiguo, y soy capaz de
diferenciar si va o si viene, y hasta oriundos de Madrid que están
tan alejados de la chulería como nosotros de Australia. Y, por
supuesto, conozco gente aragonesa tan dialogante que son capaces de
cambiar de opinión sin que se les caigan los anillos ni les estalle
esa cabeza tan gorda que según muchos tienen, y gente del País
Vasco mucho más modestos de lo que su fama les encasqueta.
Así que
esas cosas, que podrían ser graciosas para los chistes, a veces
dejan de serlo y se vuelven más que fastidiosas para quien tiene que
soportar una y otra vez que les digan lo mismo sean como sean. Como
el largo año que como valenciana hube de aguantar tragándome la
bilis cada vez que alguien me mentaba el dichoso “caloret”.
Y ojo, no
es que yo no tenga sentido del humor. Pero a veces me estomaga que
todavía se considere humor el chascarrillo fácil y folklórico, que
más de una vez resulta casposo. Que resulta más evidente cuando nos
vamos al extranjero y alguien nos identifica rápidamente con el
traje de faralaes y las castañuelas, aunque no hayamos olido un
volante ni una sevillana ni de lejos.
Por eso
ahora, cuando se van acercando las fallas y con ellas el riesgo de
que nos atribuyan toda clase de prejuicios comunes, me viene esto a
la cabeza. Tal vez porque soy valenciana y fallera y no sé hacer
paella. Y ni ganas de aprenderla, oiga, aunque si alguien tiene a
bien invitarme a una acepto encantada. Que lo cortés no quita lo
valiente.
SUSANA
GISBERT
(TWITTER
@gisb_sus)
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