Eduardo L. Gómez Si recuerdan mis primeras columnas, en las que explicaba la fiebre runner que nos aquejaba últimamente, hablaba de aquellos que empezaban a correr, quizás animados por esa “crisis de los cuarenta” que consigue que aquellos que en la vida han hecho actividad deportiva, se lanzaran a las carreteras, calles, paseos y caminos como si no hubiera un mañana. Eso de ponerse las zapatillas y lanzarse a correr como si lo llevaras haciendo toda la vida, te devuelve a la realidad habitualmente “de un guantazo”, en el mejor de los casos, agotado y desmotivado, y en el peor de ellos lesionado.
Siempre he defendido la opción ideal: Buscar un club (por eso de tener compañía), y un entrenador (por hacer las cosas bien). Este suele ser uno de los principales motivos por el que muchas personas se desaniman: al no saber cómo comenzar a entrenar.
Lo más normal es que el entrenador le proponga convertirse un experto en ser un CaCo (y no precisamente de los de ganzúa y guante blanco).
Caminar y Correr es la clave… No podemos hacer que nuestro cuerpo, de repente, absorba una cantidad de impactos a los que nuestra musculatura, ligamentos y tendones no están acostumbrados y que además de prevenir lesiones nos sirva para prepararnos poco a poco para correr; incluso nos llevará a bajar de peso que es la clave para empezar a correr, cuando no estamos en forma, y tenemos más kilos que desplazar.
Evidentemente, los métodos de entrenamiento que utiliza un entrenador tienen una variedad muy amplia, pasando de los rodajes extensivos al entrenamiento interválico, del entrenamiento de fuerza al trabajo de flexibilidad, del entrenamiento aeróbico, al trabajo anaeróbico láctico, de la Capacidad a la Potencia, pero el método CaCo, más conocido como método Galloway, es como anteponer el sentido común al frente de nuestras decisiones.
Descartes señalaba que el sentido común era la cualidad mejor repartida del mundo; (eso que nos permite tener claro a todos por igual que era lo correcto, lo aceptable y qué rozaba la irracionalidad), ahora bien, como señaló Voltaire en su día, el sentido común es en realidad el menos común de los sentidos. Coincidirán conmigo, en que a todos nos iría mejor si fuéramos capaces de aplicar esa sencillez, partiendo de una esencia juiciosa. Sin embargo, en ocasiones, aun sabiendo qué sería lo más aceptable en cada situación, no lo aplicamos; bien por dejadez, por desafío e incluso por desidia (de ahí la importancia de que alguien como un entrenador nos marque el camino a seguir).
Hay que alternar correr con caminar en una proporción de 2-1, es decir correr tres o cuatro minutos, y andar uno treinta o dos, y así poco a poco ir aumentando el tiempo de carrera, reduciendo conforme vamos mejorando nuestra forma física el tiempo de caminata. Igualmente, es importante jugar con los ritmos, (todo el mundo es capaz de andar rápido). De esta manera hasta saliendo de una lesión, se puede volver poco a poco a coger la forma con este método.
¡Ah!, y no es necesario tener que volverse locos; con sesiones de cuarenta minutos sobra (máximo de una hora), y por supuesto con tres o cuatro días a la semana es más que suficiente, porque recuerdo que así, nos iniciamos. Ya llegará el momento de entrenar corriendo más tiempo y más días.
Recuerden, ¡Sentido común!
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