Javier Mateo Hidalgo. /EPDA
A petición del maestro Sandro Ivo Bartoli, inicio estas líneas con
una temática clara e inspiradora: la que versa sobre el gran
compositor y clavecinista italiano Domenico Scarlatti. Aunque tal vez
deberíamos referirnos a “Domingo Escarlati”, pues aunque nació
en Nápoles (por entonces perteneciente a la corona española),
acabaría firmando así muchas de sus obras al sentirse identificado
con la tierra española que le acogió.
Tal vez debiera ser Sandro quien escribiese este texto o ensayo en
torno a tan insigne creador, pues actualmente no debe de haber una
persona en el mundo que sepa más sobre su figura, tanto en el plano
teórico como práctico. Y es que, en los últimos tiempos, este
intérprete (también italiano) se ha dedicado a interpretar al piano
y compartir online el catálogo sonatinesco que el autor
barroco nos ha legado. En concreto, desde el 12 de abril de 2020
hasta el 25 de diciembre de Diciembre de 2021, Sandro dio a conocer
en su canal de YouTube las 558 sonatas, interpretándolas en directo
(una por día prácticamente). Como un pequeño milagro, este fue uno
de los hechos más sorprendentes y originales a los que asistí como
espectador confinado, sin duda parte de la cara amable que trajo la
pandemia del Covid-19. Una demostración palpable de lo que
tradicionalmente se ha afirmado: en momentos de crisis, la cultura
resurge y brilla con esplendor.
No obstante, para Sandro no fue fácil. Así lo recuerda: “Regresé
de una gira de conciertos en Alemania el 8 de marzo de 2020. El día
después del cierre de Italia, todos mis conciertos fueron
cancelados. ¿Qué hacer? Rápidamente quedó claro que el camino a
seguir durante esos meses oscuros era intentar trabajar en línea. Un
día, mi esposa Debra me dijo: '¿por qué no haces las Sonatas de
Scarlatti? Siempre has querido hacerlas'. Me quedé meditando y tomé
una decisión: ¡haría todas las Sonatas de Domenico!”.
Por entonces, Ivo Bartoli conocía de Scarlatti unas 200 sonatas, de
las cuales 100 las había tocado en público: “¡Tuve que aprender
356! ¡Y fueron un descubrimiento! No pasaba un sólo día sin que me
maravillara de la invención, el genio y la increíble variedad de
emociones de este compositor.” Una tarea hercúlea por colosal, un
bello reto que ha afrontado magistralmente no sólo con sus manos
sino con su palabra, dedicando al vídeo de cada pieza una breve
introducción personal en la que traslada al espectador/oyente a la
atmósfera que envuelve a la partitura en cuestión: “Domenico se
convirtió en un mantra: todos los días me levantaba de la cama,
leía cuatro o cinco sonatas, seleccionaba la que grabaría y me
ponía a trabajar. Me permití dos horas para aprender y memorizar
cada obra, dos horas para grabar la música y las introducciones, y
lo que fuera necesario para montar las películas. Fue un trabajo
duro, pero sumamente satisfactorio”.
Pero, ¿quién fue Scarlatti? ¿En qué consiste el género musical
de la sonata? Tal vez cabría responder mejor primero a la última
pregunta. Por sonata se entiende un tipo de composición musical
ideada para su ejecución por parte de uno o varios instrumentos. La
obra resultante puede dividirse en tres o cuatro partes o
instrumentos. Quien la escribe desarrolla la pieza en distintas
partes, comenzando por una “exposición” que presenta los
materiales tonales; después, estos se desarrollan y contrastan entre
sí mediante un “desarrollo”, para finalmente resolverse armónica
y temáticamente a través de la “reexposición”.
Respecto a la primera pregunta, considero que la mejor forma de
presentar a este músico barroco es a través de su novelización. En
Memorial del convento, el escritor luso José Saramago
introduce a Scarlatti como uno más de los personajes de la corte
portuguesa y llega a denominarle como una “emanación corpórea del
palacio” donde residen los monarcas. Scarlatti por entonces era
“Maestro de la capilla real y profesor de la infanta doña María
Bárbara”, por lo que las palabras empleadas en la novela para
describirle resultan, además de poéticas, acertadas en su precisión
histórica. El “realismo mágico” saramaguiano no duda en incluir
un episodio donde Scarlatti debe arrojar su clavicordio a un pozo
para evitar ser inculpado por el Santo Oficio. No obstante, fue en el
clavecín donde Scarlatti demostró ser un auténtico prodigio como
intérprete. Con su admirado Georg Friedrich Händel llegó a
participar en una prueba de talento interpretando dicho instrumento,
siendo considerado superior en él Scarlatti.
Como hemos visto, su estancia en tierras lusas al servicio del rey
Juan V de Portugal le llevó a ser maestro de Bárbara de Braganza;
cuando ésta contrajo matrimonio con el futuro rey español Fernando
VI, le animó a que se trasladara con ellos a España. Será en su
primera estancia en Andalucía cuando conozca las melodías y ritmos
musicales típicos españoles, comenzando a integrarlos en su estilo
y a hacerlos aparecer en sus obras. Finalmente se establecería en
Madrid hasta su muerte, viviendo en la calle Leganitos (una placa en
la casa donde vivió así lo atestigua). Durante los años en la
capital, concebirá la mayoría de sonatas que le consagrarán como
una de las grandes influencias en la música española futura. Para
Beatriz Montañés, muchas de sus partituras para este género “se
caracterizan por la utilización de ritmos de danzas españolas, como
el bolero y la seguidilla, o por la imitación de los rasgueados de
la guitarra, del toque de las castañuelas o de los taconeos del
baile flamenco”.
A los distintos aires españoles habría que añadir la folía o el
fandango, que tantos músicos europeos incluyeron en sus obras. En el
caso de la primera, existen ejemplos que van de Antonio Salieri a
Arcangelo Corelli, pasando por Antonio Vivaldi, Georg Friedrich
Händel, Johann Sebastian Bach o Franz Liszt; en la segunda, cómo no
recordar las incursiones de Luigi Boccherini, Saverio Mercadante,
Wolfgang Amadeus Mozart, Christoph Willibald Gluck, Nikólai
Rimski-Kórsakov o el padre Antonio Soler. Este último se asociará
a la influencia española que tuvo el estilo scarlattiano por
innovador y único, creando escuela. La influencia del italiano en la
obra del monje agustino será clave en la concepción de sus famosas
sonatas escurialenses, inmortalizadas por figuras señeras como la
pianista Alicia de Larrocha, el bailaor Antonio el Bailarín
(que las danzó ante el monasterio de San Lorenzo (en el emblemático
film de Edgar Neville Duende y misterio del flamenco) o el
compositor Joaquín Rodrigo y su ballet creado expresamente para este
último, inspirado en motivos del autor barroco y titulado
precisamente como Soleriana.
Paradójicamente, ya en el siglo XX, la vanguardia musical volverá
la vista a la tradición musical para reinventar la forma de su
estilo. Surgirá entonces en Europa un “neoclasicismo” propuesto
por autores como Ígor Stravinsky, adaptado bajo los postulados de la
música contemporánea. En España, será Felipe Pedrell quien lidere
esa vuelta al pasado o revisión de las raíces musicales españolas.
El influjo scarlattiano (su prolongada estela) será la piedra de
toque de este propósito. El auge de ese “neoclasicismo español”
será revisado también por discípulos del maestro catalán como
Manuel de Falla (Concierto para clave y cinco instrumentos), y
por discípulos de sus discípulos (Ernesto Halffter y su Sonatina),
por ejemplo.
Puede resultar paradójico que fuese un italiano quien mejor
representara el ejemplo a seguir de la música española durante
tanto tiempo. Y es que, según el clavecinista y musicólogo Ralph
Kirpatrick, “ningún compositor, incluido Manuel de Falla, ha
conseguido expresar la esencia de un país de forma tan elocuente
como lo hizo el italiano Scarlatti. Como nadie supo captar el
percutir de las castañuelas, el sordo sonido de los tambores, el
lamento amargo y ronco de los gitanos, la alegría contagiosa de la
orquesta del pueblo y, sobre todo, la tensa flexibilidad de las
danzas españolas”. Pero, por encima de lo característico y
folclórico, las sonatas de Scarlatti destacan, según Ivo Bartoli,
por su atemporalidad: “La mayoría de estas piezas no pertenecen a
ningún estilo en particular: son simplemente un derroche de
genialidad, expresado en el lenguaje musical de hace siglos pero tan
fresco como si hubiera sido escrito ayer”.
Desde el punto de vista del intérprete, debe destacarse la
dificultad técnica de su interpretación, en la cual cuenta y mucho
la propia personalidad de quien las “revive” en su ejecución. El
estilo de las sonatas scarlattianas afectó sin duda a Sandro en su
proceso interpretativo, convirtiéndolo en algo vivo, como deducimos
de su testimonio: “Soy pianista y tocaba como tal, pero a medida
que avanzaban las cosas me arriesgaba cada vez más a enfatizar
ciertos aspectos de la música (drama, bromas, virtuosismo,
cantabile) sin restricciones. ¡Funcionó! En el camino, tomé muchas
notas de todo lo que estaba haciendo. Estos eran tanto técnicos,
relacionados con el arte de tocar el piano, como
estilísticos/históricos. ¡Sin darme cuenta, estaba escribiendo un
libro sobre Domenico!”
Tras haber concluido su propósito, puede afirmarse que suyo es el
mérito de haber realizado la primera grabación completa de las
Sonatas de Scarlatti en formato de video: “Para mí es un gran
privilegio haberlo hecho, y estoy seguro de que Domenico se quedará
conmigo para siempre”. ¡Qué duda cabe, Sandro, de que tu trabajo
te ha unido indisolublemente a Scarlatti junto a otros como Scott
Ross, y como tal se te estudiará en el futuro!
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