Ser de izquierdas no significa solamente pertenecer a un partido. Que las dos cosas puedan ser distintas se demuestra porque se pueden separar. Conocemos a personas afiliadas a partidos de izquierdas que han hecho cosas que no sólo no reflejan los valores propios de las izquierdas, sino que eran inmorales y abiertamente delictivas. A veces las dos cosas coinciden, a veces no. Pero hagámonos una vez más la pregunta que después de cada revés histórico retorna como una cantinela desesperada: ¿qué es ser de izquierdas?
Soy una persona que cree firmemente que en el mundo hay pobres y ricos, unidos muchas veces funcionalmente por vínculos de explotación; que hay opresores y oprimidos, verdugos y víctimas, ganadores y perdedores. Esto no es maniqueísmo, sino una simple constatación de las diversas suertes que ocurren en las vidas humanas. Pues bien, yo he elegido tomar parte intencionalmente y ver las cosas y los asuntos humanos desde el punto de vista de los pobres, oprimidos, víctimas, perdedores y desafortunados de este mundo, aunque yo no sea uno de ellos. Esto me da una visión de las cosas totalmente diferente, y aun opuesta a las visiones de quienes -con todo derecho y razón- miran al mundo desde el balcón de los ricos, los opresores, los verdugos, los ganadores, los afortunados (a quienes no considero todos iguales).
Pero mis preferencias están claras, porque ser de izquierda es una cuestión de preferencias. Bleeding harts (corazones sangrantes). Mejor sangrando que tener el corazón de piedra. Y si luego se trata de llevar a cabo acciones colectivas, como pedir el perdón de la deuda externa de países pobres, protestar contra el racismo, condenar el maltrato de las mujeres, defender la seguridad social o criticar el abuso de autoridad de la Iglesia católica, allí estaré yo. Estaré sin mucho reflexionar y sin esfuerzo, como una piedra que cae a su centro de gravedad. Y cuando se trate del ritual colectivo de las elecciones, el instinto me lleva hacia quienes, al menos, emplean palabras que suenan como mis ideales. ¿Me entienden qué quiero decir con ser de izquierdas?
Así entendidas, mis ideas de izquierda no dependen del resultado de las elecciones generales. Los éxitos no me las graban más hondo, ni las derrotas me las entierran. Entre otras cosas, porque mis ideales políticos, el llevar a cabo una transformación de la sociedad humana que elimine todo el sufrimiento innecesario, que nos infligimos unos a otros por pura avaricia y soberbia, no les he visto reflejados en ningún programa electoral ni he creído a los partidos que decían sentirse capaces de intentar una transformación. Naturalmente, he votado a uno de ellos, al que me ha parecido más aproximado a mis ideales. Sin embargo, la derrota de la izquierda en las pasadas elecciones no es una derrota de mis ideales, que en ningún caso estaban sometidos al veredicto de la mayoría, de la moda o del mainstream. ¿Qué izquierda ha sido derrotada? La mía, no. Los partidos de izquierda probablemente, aunque el veredicto de las urnas sólo ha certificado la defunción antigua de los ideales de izquierda en las formaciones políticas que han perdido votos. Mi izquierda no ha sido derrotada. Lo será cuando alguien me demuestre que la opción preferencial por los pobres es ilógica, inútil o contraproducente.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia