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Ahora se nos bien encima un Plan de Acción por la Democracia que plantea el Gobierno con el ánimo de regenerar la escena político informativa. La misma escena que han 'empastrado' ellos, como siempre algunos más que otros. Y parece que las lecciones pasan por corregir la acción de medios y 'pseudo medios', así es como los nombran y por animar prácticas de auto contención por parte de ellos, sus señorías políticas, que además de serlo, ejercen de gestores de lo público.
¿Y qué decimos los periodistas en toda esta greña? Pues que hace mucho que nos comieron la tostada entre todos: políticos y voceros de las redes que se convierten en informadores de sus acólitos y haters de aquellos que no comulgan su mismo credo. Pero en ese proceso que es de todo menos democratizador qué hay de la verdad, verdadera, qué queda del noble propósito de contrastar la información. Nada. De todo aquello no queda nada y las cabeceras y grandes grupos mediáticos parece que funcionen como las antiguas cajas de ahorro, con consejeros más políticos que financieros.
Después están aquellos digitales extraños que campan a sus anchas ensalzando las loas de los suyos y haciendo acoso y derribo de los enemigos y por último quedamos aquellos pocos inalterables al desprestigio de un gremio e inaccesibles al desaliento, aunque no demos un duro porque sean los políticos y mucho menos el Estado el que nos devuelva el poder que nunca debiéramos haber perdido para continuar siendo eso: cronistas independientes de la actualidad, sin ataduras a otro poder que no sea el de la defensa de la libertad de expresión.
Ya no sé si la credibilidad la perdimos o nos la quitaron, lo que si veo a pasos agigantados es como las nuevas generaciones ni reconocen nuestra función ni entienden el valor que tenía. Lástima, porque en ocasiones se les ve muy huérfanos y muy inocentes en redes respecto a noticias falsas que circulan a mansalva.