Rafa Tomás. Estamos en el siglo XXI y
mucha gente de nuestro país parece convencida de que vivimos en una sociedad
la mar de avanzada. Eso es una hermosa trampa de los grupos, las clases y las
personas que dominan en España. La realidad es que España ha vivido siempre en
condiciones muy retrógadas. Desde casi siempre. Se expulsó a los árabes y a los
judíos. Se expolió a los indígenas americanos y en los territorios africanos
que se pudo. No se vivió la Revolución Francesa. Se optó por el pensamiento
cristiano menos evangélico. Apenas se vivió la democracia y se aceptó una larga
y brutal dictadura, que nunca ha sido condenada ni se ha juzgado a los asesinos
que la dirigían. Siempre un grupito ha dirigido el país y ha vivido
maravillosamente bien, dejando a la inmensa parte de la sociedad en la miseria
y en la ignorancia. Léanse el “Lazarillo de Tormes” y verán cómo en el siglo
XVI ya pasaba eso.
Por eso en el fondo de lo
más profundo de nosotros mismos existe una grave dificultad para entender la
modernidad. La libertad personal, el sentido crítico, el conocimiento de la
realidad, el derecho a vivir dignamente, la transparencia, la comprensión de la
fiscalidad progresista y abierta, el rechazo absoluto a la economía submergida,
persecución radical a las personas corruptas, participación ciudadana, situar
a la Iglesia
y a todas las religiones en el espacio privado de cada persona y no darles
ningún privilegio ni dejarles que decidan sobre los ovarios de las mujeres,
ni sobre el sexo de nadie, la potenciación de los servicios públicos
sanitarios, educativos y de personas dependientes. Sólo eso es la modernidad y
nadie como el socialismo democrático lo ha vivido durante los últimos
cincuenta años en Europa fundamentalmente.
El Gobierno del PP, en Madrid y en Valencia, cada día que pasa
demuestra con mayo fuerza mi afirmación: somos una sociedad premoderna. Y se
aprovechan de esa vivencia profunda de tantos españoles y de tantas españolas.
Aquí se han vuelto a inventar la absurda discusión sobre la lengua, primando
la ignorancia y la opinión contraria de todas las universidades del mundo y
metiendo en la cabeza de la gente opiniones premodernas, para que no seamos
capaces de juzgar las barbaridades económicas y sociales que han hecho y que
están haciendo, a favor de un grupo de privilegiados, recortando a las personas
más necesitadas y poniendo encima de la mesa un patético modelo de privatizaciones,
que nos hará recular muchos años. Pero la ciudadanía hemos de descubrir la
modernidad profunda y luchar a nivel de calle, para que el sentido crítico
bien fundado se extienda más allá de las fiestas y las folcloradas.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia