Pau March.Suena el
despertador, es lunes 10 de febrero. Empieza una semana nueva con la
esperanza depositada en que todo aquello que pueda salir bien, salga
bien. Que todas aquellas dificultades se suavicen con el paso de los
días y que las desgracias, si vienen, vengan solas.
Como cualquier otra persona tengo mis
principios y mis sueños, que hacen de cimientos y metas para
alcanzar una felicidad compleja pero no imposible. El sueño más
potente y el más profundo es el de hacer de Moncada un lugar mejor.
Una ciudad más habitable, más abierta y más comprometida con las
causas justas.
Sueño difícil. Y es que no es fácil
abrir los ojos un lunes en el que todo parece igual o peor que el
anterior. Porque los compromisos no se cumplen, las verdades no
existen y la realidad te golpea fuerte. Te repite una y otra vez que
no hay nada que puedas hacer. Solo decir abiertamente lo que piensas
y sientes, con la esperanza de ser escuchado y comprendido.
Las ciudades que nos vieron nacer,
crecer y formar una familia, o la ciudad a la que llegamos un día y
se convirtió en nuestra casa para siempre merecen lo mejor de
nosotros, y quienes las gobiernan, deben hacer lo posible por
construir la mejor versión de ésta.
Sin embargo, es triste y doloroso decir
y saber que en Moncada esto no ocurre y quería expresarlo a través
de estas breves palabras. Merecemos un trato más justo, un
compromiso real con una ciudadanía ya cansada de gritar a unos oídos
sordos. Exhausta y sometida a una realidad decrépita en la que hemos
terminado por conformarnos con muy poco.
Con 25 años me niego rotundamente a
aceptar menos de lo que considero que es justo. Creo que si hay un
solo motivo para luchar por conseguir aquello que soñamos, debemos
hacer lo posible para lograrlo. Y que juntos podemos hacerlo día a
día. Semana tras semana para que dentro de no demasiado tiempo, haya
un lunes distinto.
Un día en el que suene el despertador
y la esperanza pueda tocarse. Pasemos de la creencia y la querencia a
la consecuencia. Que nuestros actos y nuestras decisiones hayan
sembrado en tierra fértil y empecemos a recoger los frutos de la
tierra en que nacimos, vivimos o soñamos alguna vez. Nos lo hemos
ganado y Moncada, nuestra ciudad, lo merece.
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