La fiscal valenciana contra los delitos de Odio, Susana Gisbert A
veces la actualidad corre tanto que apenas nos da tiempo a pararnos a
pensar. Pero hay cosas que no pueden quedarse ahí sin reflexionar
sobre ello. Y esa cosa que han llamado Super liga es una de ellas.
Esta
misma semana, antes de que la trifulca en lo que tenía que ser un
debate democrático en la radio lo eclipsara todo, no se hablaba de
otra cosa. La Super liga copaba titulares, portadas y horas de
información, opinión y tertulia mucho más allá del ámbito
deportivo. Porque el fútbol ya sabemos que es mucho más que un
deporte. O quizás habría que decir que mucho menos, visto lo visto.
La
idea, por llamarla de alguna manera, consistía en que unos cuantos
equipos que se consideran él no va más se montaban su propio
chiringuito para asegurarse una competición europea a su medida con
independencia de haber ganado en el terreno de juego el derecho a
estar en ella. A la que, oh generosidad, invitarían a unos cuantos
cada año para que les hicieran de comparsa y pudieran seguir ganando
dinero. Porque de eso se trata. Les importa una higa el deporte, la
afición y lo que se ponga por delante. Hay que jugar más para ganar
más dinero, y así obtener más por publicidad y derechos de
emisión. La gallina de los huevos de oro de la que privan, además,
a cualquier otro equipo que, al no formar parte del invento, no
generará ingresos ni interesará a anunciantes, y no podrá hacer
los fichajes por cantidades obscenas que sí harán los proponentes.
La pescadilla que se muerde la cola versión balompédica, si es que
esto tiene algo que ver con el fútbol.
El
perjuicio del fútbol, del deporte, del público y de los equipos no
elegidos es importante, pero no es lo que más me importa. Lo que más
me remueve las tripas es la profunda insolidaridad con la situación
que vivimos. Una situación en que las colas del hambre se
multiplican, en que los negocios en quiebra o a punto de estarlo son
legión, en que el paro es mucho más que un fantasma para
convertirse en la dolorosa realidad de muchas personas. Y encima, se
atreven a decir que lo hacen por salvar el fútbol, por la afición o
para que no decaiga el espectáculo. Como si hubiera que darles una
medalla por los servicios causados a la humanidad, vaya.
Parece
ahora que la idea ha muerto antes de empezar. Y la verdad, me alegro.
A ver si además nos sirve para reflexionar un poco.
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