Laura Casans. Transcurridos
estos tres largos meses desde las elecciones lo único que hemos
conseguido es saber que el ganador ahora ya no es vencedor, que el
partido que puede decidir el futuro de nuestro país no es ni el
primero de la lista, ni siquiera el segundo sino el tercero, que
ahora sube a la palestra con aires de gran salvador.
Iglesias,
con su “nueva política” y su partido del desorden, a juzgar por
las últimas noticas, parece más dispuesto a esperar que volvamos a
las urnas al pensar que su rendimiento será mayor y con ello hundir
a su máximo contrincante, el partido socialista.
Ahora
sabemos que el líder socialista antepone la estabilidad de un país
o incluso la de su propio partido frente a salvar su puesto. Un
partido socialista que con estas artimañas saldrá de manera poco
satisfactoria de la carrera hacia la Moncloa.
Sánchez
con una investidura fallida, la primera desde 1978, con un acuerdo
con Ciudadanos, que cada uno interpreta de forma distinta, y, como
colofón, su rotunda negación a un posible diálogo con el partido,
que más de 7.000.000 de españoles decidimos que era el indicado
para llevar a buen puerto a este país, se ha convertido en el primer
líder de la actual oposición que se cree presidente del gobierno
sin serlo.
Si
hablamos de Albert Rivera no me desviaré mucho de lo dicho en los
casos anteriores. Me viene a la cabeza ese dicho que dice “Donde
dije digo, digo Diego”. Tres claros ejemplos de la amnesia del
Sr. Rivera; Primero dice que no apoyaría a un grupo de perdedores
contra la lista más votada. Otra de las perlas del líder de
Ciudadanos, fue durante la constitución del Congreso, diciendo que
el presidente de esta institución no debía ser del mismo color
político que el futuro Presidente del Gobierno. Y el remate es
cuando anunció que defendería su pacto con los socialistas
asistiendo junto con Pedro Sánchez a toda reunión negociadora, y ya
hemos visto el resultado.
Conocer
que la categoría política dejada por grandes políticos, de la
talla de Adolfo Suarez, Santiago Carrillo, Felipe González, etc, se
ha reducido al nivel de patio de colegio da a entender el grado de
decadencia a la que estamos llegando.
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