Dani Navarro. EPDA. En circunstancias normales, cerrando este periódico, estaría poniendo la cuenta atrás para dar inicio a las Fallas de Valencia 2021. Quedaría una semana para la Crida. Enfundado en mi polo, con mi escudo orgulloso de l’Antiga de Campanar, allí estaría en las Torres de Serrano para celebrar la llegada de un mes que a mi, personalmente, me lo da todo. Se que algunos no lo entienden. Se que algunos piensan que las Fallas, son ruido, son alcohol, son atascos y son mareas de gente colapsando cada rincón de la ciudad.
Lo sé, les comprendo. Sin embargo, no lo comparto. Las Fallas son, como Valencia, mucho más. Son alegría, son amistad, son reencuentros. Son esa sensación de buen ambiente que invade la ciudad. Aún no asimilo otro marzo en blanco. Sin la cervecita a pie de mascletà, sin la ruta de Sección Especial, sin ese olor cuando te cae la nube de humo de la pólvora. También echaré de menos esa anarquía en las calles, ese poder andar por fuera de las aceras. Esos pañuelos en el cuello o el olor de los claveles cuando entras a la Plaza de la Virgen. La geperudeta nos echará de menos este año. ¿Y que va a pasar con ese chocolate con bunyuelos? ¿O con las porras a las cuatro de la mañana cuando acaba la verbena? ¿Podré vivir sin la música de la charanga? ¿O sin la sintonía del fallero sonando a ritmo de banda en cada esquina? El día 16 por la noche, no habrá nervios por los premios.
No habra sorpresas, ni júbilo, ni caras largas. Por haber, no habrá ni carpa. ¿Y los tramusos? ¿Y los cacaos? Ojo, que esos también son Patrimonio de la Humanidad. Porque al final, es de lo que va todo esto ¿no?. Que el patrimonio es todo. El clavel, el buñuelo, el blusón, la parca, el cubata, el masclet y el ninot. Eso es el patrimonio. Eso son las Fallas. Es la magia que lo atrapa todo. Y hay quien se deja hechizar. Y yo me dejé ya hace mucho. No se si fue de la mano de mi madre, cuando me llevaba a primera línea de mascletà, o con mi tía en los madrugones para poder ver los monumentos bien de cerca. No se cuando fue, pero prefiero no pensarlo más. Porque se me acaba la paciencia. Porque prefiero pensar que, cuando se acabe esta maldita pandemia, ‘tornarem’ y Valencia arderá, y lo hará mejor que nunca..
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