Rafa Escrig i Fayos.
Este verano he leído de nuevo a Saramago. José Saramago,
para un gran sector de la población, es un novelista incomprendido. En general,
no entienden su estilo. Cuando pregunto –y siempre me arrepiento de hacerlo- lo
primero que contestan es: ¡muy pesado!
- Pero,
¿qué quieres decir con muy pesado? –digo yo- ¿Acaso has leído bien lo que dice?
- Claro
que sí, pero es muy pesado; que te lo digo yo.
- Mira,
no puedo entender que digas esas cosas. ¿Qué has leído de él?
- Esa de
los ciegos.
- Ensayo
sobre la ceguera.
- Eso.
- ¿Y no
te gustó?
- Pues,
la verdad es que no; me la dejé a mitad. Muy pesado, de verdad.
- Pero,
no te das cuenta de que sus novelas son totalmente originales, con trasfondo,
con crítica, llenas de humanidad… Además, Saramago, en sus novelas, habla
contigo y habla consigo mismo al tiempo que te está relatando la historia. Son
historias contadas a tres voces. Creo que es todo un hallazgo esa forma de
relatar.
- ¿A tres
voces? –me interrumpe- pues peor me lo pones. Ya era demasiado con una y
ahora me dices que son tres. Lo que yo te digo…
Voy a desistir; pienso que mi amigo
prefiere las lecturas más simples. No se lo digo para que no se ofenda, pero
creo que prefiere una novela con capítulos cortos, letra grande y sin
complicaciones. Algo así como esos bestseller que están tan de moda, con
quinientas páginas, pero que se leen muy bien, claro.
Después de esta reflexión, me doy
cuenta de que estamos mirando cada uno hacia un lado diferente, callados.
Supongo que debería cambiar de tema, con este no vamos a ponernos de acuerdo.
Seguimos callados. Estamos veinte segundos en que ninguno de los dos dice
nada, pero ¿qué podría decir? Una discusión así puede hacer que todo se desmorone
y que los fantasmas de la discordia aparezcan por todas partes para decirte al
oído las diferencias que os separan y lo frágil que puede ser una buena
relación. Treinta segundos, cuarenta segundos…
- ¿Otra cerveza? –exploto.
- Venga otra cerveza, pero con tapa, y
acaba de contarme qué más has hecho este verano aparte de leer a ese pesao.
- Mira que eres cargante y puñetero –
le digo sin rencor.
Suerte que se acabó la tensión.
Tampoco fue para tanto.
En fin, quizá no seamos compatibles al
cien por cien -me digo con un gesto de comprensión-, pero también hay otras
cosas que valen mucho más que cualquier novelista y toda su obra entera… O no.
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