Francisco Adán.
Este verano vuelvo a
tierras malagueñas. Cuando unos amigos te abren con esa sincera generosidad,
las puertas de su casa, conviene agradecer ese gesto y aceptar la invitación.
Lo que varía es la compañía, tenía previsto ir con una persona, pero al final,
por avatares de la vida, por no decir, de la mala vida, de la vida mala, mejor
dicho, de los malos de la vida, acabo yendo con un amigo que es lo bueno de la
vida. Uno que viene de tierras catalanas. Para que luego digan que tengo
prejuicios.
Así que, en lugar de dar el
coñazo sobre sobres que sobran y demás temas, como mi viaje es desintoxicador
no voy a intoxicarles a ustedes. El viaje ya lo hice hace unos años buscando el
mismo efecto desengrasante (bueno, ese efecto allí es complicado), mejor dicho
desestresante que busco en este, aunque quizá ahora, con más motivo que el
anterior.
Dicho viaje lo realicé en
tren y fue una experiencia muy interesante. Un viaje que dura unas ocho horas
da tiempo para mucho, entre otras cosas, conocer gente. La conversación más interesante,
ocurrió pasando Córdoba. La mantuvimos una chica de un pueblo de Málaga y una
señora del mismo Málaga y yo y como escuchante curioso un chico de mi edad más
o menos, que intervino tan solo para darme la razón en el extremo que
debatíamos: la paella.
Las dos andaluzas aseguraban
que hacían unas paellas “que te morías de la muerte” de lo buenas que estaban.
Yo, que cada vez que alguien que se aleja más de 60 kilómetros de la Albufera y
dice que hace buenas paellas, desconfío. De hecho cuando vi que la hacían en
Massterchef estaba agarrado al sofá.
Una de ellas aseguraba que
su paella con cebolla era la repera. En seguida saltamos la otra y yo diciendo
que la paella valenciana (de pollo y conejo) no lleva cebolla. Next round. La
más mayor decía que ella la hacía de pollo y conejo, y marisco y caldo de
pescado y luego todo al horno. Bueniiissima. Yo estaba indignado. Si hubiera
podido las habría lanzado del tren en marcha. Les dije que no, señoras, que la
paella valenciana lleva: aceite, pollo, conejo, bajoqueta (judía verde),
garrofón, tomate, azafrán, arroz, agua, sal y opcional caracoles y alcachofa.
Nada más.
Ellas, indignadas, me llamaron poco más que talibán de la paella: “cómo
sois los valencianos con la paella…la paella lleva lo que cada uno quiera
ponerle”. Guardé un respetuoso silencio dejando pasar un tiempo razonable
hasta que dije: “qué ganas tengo de llegar a Málaga y tomarme un buen gazpacho
andaluz, con su pepino, su tomate, su calabaza…” Las malagueñas, horrorizadas
dijeron “¡¡Con calabaza!!” a lo que yo contesté con mi, poco habitual, tono de
sarcasmo irónico, que produjo el descojono del escuchante pasivo, la indignación
de la malagueña mayor y la sonrisa de la joven: “Hay que ver… ¡cómo sois los andaluces
con el gazpacho!, el gazpacho lleva lo que cada uno lleva lo que quiera
ponerle”. I won.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia