Pedro Rodríguez, senador de la XIII Legislatura./EPDA
Diversas
han sido las conversaciones que han polarizado a los medios de comunicación
este verano y digo “a los medios de comunicación” y no “a la sociedad” por
hacer a aquellos también responsables de estas, a veces, serpientes de verano,
que permiten destacar lo peor en épocas en que a lo mejor relatar lo bien qué
estamos de vacaciones no vende nada.
A
toro pasado, quincena segunda de septiembre, no puedo dejar de recordar una
conversación que mantuve hace unos días con empresarios de Tenerife en la
celebración del 40 aniversario de una empresa amiga. A mi lado las
representantes de una asociación de gobernantas se quejaban amargamente de la
falta de personas dispuestas a cubrir puestos de trabajo ofrecidos por
empresas. Por lo visto, ese ha sido el principal problema de la isla este
verano, y no los cayucos, la inmigración ilegal o la batalla partidista que en
este país se genera siempre con temas que no deberían ser motivo de confrontación
sino de pacto, como son educación, igualdad, inmigración, política
internacional, terrorismo y otros que he venido señalando en múltiples
ocasiones y que no hacen más que hacer realidad aquello de las dos Españas
irreconciliables.
Ya
son varias las veces que en mesas de encuentros de empresarios se acaba
conversando sobre la imposibilidad de cubrir esas vacantes necesarias para que
nuestras empresas prosperen. Y ya son varias las veces que he propuesto en
estas conversaciones algo que nadie me ha venido a contradecir y que no es otra
cosa que poner sobre la mesa, nunca mejor dicho, que construyamos escuelas de
formación profesional en los países de origen.
Cierto
es que Sánchez ha estado de gira por dichos países este verano y algo he oído
de ayudas, pero yo voy más allá. Hablo de programas concretos y planificados
para conseguir formar mano de obra para Europa y que con las remesas producidas
de divisas de vuelta consiga elevar el nivel de vida de dichas sociedades hasta
el punto de que cese ese suicidio que en la mayoría de los casos supone el
subirse a una barcaza y tirarse al mar.
Vale
que ha sido este verano, pero ¿no les suena la historia? ¿no?, pues hablen con
sus padres y abuelos. Seguro que muchos de ellos nacieron entre 1930 y 1970 y
lo de la emigración / inmigración no fue precisamente, una serpiente de verano.
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