Carlos Gil. Estamos a poco más de cinco semanas de las elecciones generales y autonómicas y a nueve de las municipales y europeas, pero, a la vista de la intensidad con que se vive en el ámbito político, cualquiera podría pensar que votaremos en no más de tres o cuatro días.
Sin embargo, el debate se está olvidando de un ámbito básico en el futuro de los españoles como es la economía. Las continuas amenazas que, desde el independentismo catalán, se vierten sobre la integridad de España, junto a polémicas de calado social que la izquierda siempre ha manejado con cierta soltura, dejan atrás al ámbito económico, fundamental en el desarrollo futuro de nuestra sociedad.
No es necesario rescatar la archiconocida frase de la campaña electoral de Bill Clinton, en 1992: "¡Es la economía, estúpido!" porque es cierto que la economía no lo es todo, pero no lo es menos que es un valor transversal que condiciona, en gran medida, la aplicación de cualquier otro tipo de políticas.
A la izquierda no se le da bien la economía. Lo han demostrado tantas veces como han tenido ocasión de hacerlo. Podemos sigue viviendo en su mundo paralelo donde Cuba y Venezuela son su modelo a seguir. No merece más comentario. Por su parte, el PSOE, con menos de nueve meses en el Gobierno, ya está demostrando que está de vuelta, y modificando, a la baja, las expectativas de crecimiento de España y, al alza, las cifras del desempleo. La incertidumbre, la política tributaria alcista, tendente a la confiscatoriedad y, como no, la subida del salario mínimo interprofesional, con unos efectos que, inmediatamente, han demostrado que no era solo una cuestión de voluntad política, han dado como resultado el que estaba previsto: una economía más débil con un futuro más incierto.
Es cierto que donde mejor puede estar el dinero es en el bolsillo de los ciudadanos. Soy un firme defensor de que la economía la mueve el consumo y, quien consume, son los ciudadanos. Puede pensarse, de acuerdo con esto, que la subida del SMI debería ser positiva porque debería incrementar la renta disponible de las familias. Pero no es así. El aumento desmesurado del salario básico en un momento en que la economía no tiene la fortaleza que sería deseable provoca, sin embargo, un importante frenazo en la creación de empleo. El empleo no lo crea el Estado sino las empresas. Y si las empresas no tienen la suficiente fuerza para mantener su nivel de contratación de trabajadores, cuando los salarios aumentan, los empleados se reducen.
Si se pretende alcanzar una mayor renta disponible, la que nos permite consumir, es mejor estudiar las opciones de reducción de la fiscalidad y optar porque paguemos menos impuestos para que ese dinero pueda dedicarse a mover la verdadera economía.
Queda aún tiempo, pero habría que empezar a escuchar y conocer los planteamientos económicos que se nos ofrecen, tanto en el ámbito nacional como en el autonómico. Ahora bien, mucho me temo que, visto cómo les va, algunos van a pretender escapar de ese debate.
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