Jaime López Bronchud. EPDASi me preguntaran qué ciudad quiero para vivir tendría claras tres razones: una ciudad segura, una ciudad donde el verde gane color y una ciudad donde mis impuestos sirvan al bien común en proporción y con mesura.
Dicho de otra manera, la Mislata que imagino y en la que quiero vivir tendría la seguridad como aliada siempre, apostaría por políticas medioambientales de manera continua y bajaría los impuestos para abandonar el derroche y centrarse en lo más sensato.
Hoy, la presión fiscal que sufrimos los vecinos es mayor con un 8% de IBI añadido con nocturnidad y alevosía: se nos hace creer que pagamos lo mismo que siempre sin ver, la gran mayoría, que el valor de nuestras viviendas ha bajado. Si ese dinero fuera destinado con lógica pagaría en silencio; pero la triste realidad es que mi dinero acaba en campañas grandilocuentes de la izquierda, grandes anuncios de proyectos que nunca llegan y actos de bombo y platillo - pan y circo decían los romanos - para mayor gloria del propio gobierno.
Aunque esa misma izquierda rabie, los gobiernos del Partido Popular, como el de Díaz Ayuso en Madrid, han demostrado que se puede bajar impuestos, eliminar sucesiones y demás, para generar empleo y y también riqueza.
Frente a la apuesta por las empresas, autónomos y comercio local, el PSOE descalifica de una manera machista a la presidenta de Madrid solo para ocultar cómo aplican su medicina.
Solo así se entiende que el Zendal les parezca una desgracia mientras aquí, alegremente, Ximo Puig se carga a 3.000 sanitarios de golpe avisándoles a través de whatsapp.Por no ahondar en lamentaciones – como tristemente dice el refrán: “Ya lo pagaremos” – la tercera de las razones, la de la ciudad verde me parece más que necesaria.
Si algo nos enseñó la pandemia (más allá de la increíble calidad profesional de nuestros sanitarios) es la necesidad de un mejor aire que respirar.
La mascarilla, símbolo de la asfixia, ha mostrado que frente a las ciudades grises que hacemos crecer en cemento hay una alternativa verde, que aprovecha la energía solar y apuesta por jardines verticales y zonas verdes en las azoteas. Esa ciudad es la que yo querría: la que sin complejos apuesta por ahorrar en contaminación e invierte en futuro más sostenible. Porque esa apuesta hoy, será un triunfo mañana.
En ocasiones hacer las cosas bien es más sencillo de lo que pensamos… Si no, ya lo pagaremos.
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