Ya hace tiempo que venÃa oyendo esta palabreja, aunque sigo sin conocer muy bien su significado ni su origen exacto. Por el modo en que la usa la gente joven, y que nos la lanza a la cara como si proviniera de un tirachinas imaginario, se intuye que no es algo halagüeño, sin duda. Aunque, bien pensado, tampoco ellos deben saber qué era un tirachinas.
He oÃdo, al menos, dos versiones acerca de la procedencia del término, no necesariamente excluyentes entre sÃ. La más razonable parece que alude a lo que se dio en llamar Baby Boom, una generación fruto de esa temporada en que cierta prosperidad daba ganas y alegrÃa, y que la ausencia de medios de contracepción daba muchos sustos. También hay quien lo relaciona con determinado modelo de chicle que estuvo muy de moda por aquel entonces.
Confieso que quien escribe estas lÃneas pertenece de pleno derecho a ese Baby Boom, susto incluido, aunque nada tenga que ver con chicle alguno, que siempre los he abominado.
Pero la cosa sube de nivel cuando el concepto pasa de ser una forma coloquial de aludir al choque generacional, a un término empleado por un alto cargo. Y, además, para advertirnos de algo no demasiado bueno, por decirlo de un modo elegante, como es una futura bajada de nuestras pensiones o una futura disminución de nuestro tiempo de jubilación, Casi nada.
Me acuerdo ahora que esta generación tan cuestionada era a la que el Estado de entonces entregaba premios de natalidad, y salÃan en el NO-DO como verdaderos héroes -y, sobre todo, heroÃnas- por el hecho de haber tenido una docena de hijos. Los tres o cuatro hermanos eran regla general en muchas familias, pero no era extraño que hubiera muchos más. Y que, además, aparecieran como un modelo a seguir. ¿Quién no deseaba ser parte de La gran familia de la pelÃcula? ¿Quién no se emocionaba cuando el abuelo buscaba a Chencho o envidiaba aquel padrino tan salado?
Pero las cosas han cambiado. Se acabaron los premios de natalidad y las familias de tres descendientes ya se consideran numerosas, aunque son, paradójicamente, escasas. Ahora es cuando quienes nacimos en aquella época acabaremos sufriendo las consecuencias de toda aquella fingida alegrÃa. Nunca fue más cierto lo de que "de aquellos polvos estos lodos".
Tal vez habrÃa que explicar estas cosas a quienes añoran aquel Estado sin haberlo vivido -ni sufrido- nunca. Tal vez las consecuencias les toque sufrirlas ahora, después de tantos años.