No es momento de buscar responsables ni culpables, ni juzgar nada. En el periodo más duro de la historia reciente, desde la Guerra Civil española o la Segunda Guerra Mundial, lo prioritario es controlar la pandemia para intentar que el número de fallecidos por el coronavirus sea el más bajo posible. Para ello, debemos seguir las indicaciones del Gobierno, tomar todas las precauciones y siempre que sea posible, quedarnos en casa. Sólo así superaremos esta dramática situación en el plazo de dos o tres meses. Vaya por delante mi solidaridad hacia las personas que han perdido a un familiar, a toda la sociedad que está en estado de shock confinada y, especialmente, a los miles de héroes que están trabajando sin descanso para que esto pase lo antes posible.
Ahora bien, mientras luchamos por vencer al covid-19, el Gobierno debe estar a la altura de las circunstancias para intentar evitar la muerte civil de cientos de miles de personas cuando se supere la crisis sanitaria. Para ello, debe adoptar medidas económicas que den tranquilidad a millones de autónomos y pymes, los paganos de siempre, que no pueden ser otras que moratorias en el pago de la cuota de autónomo, los seguros sociales y todos los impuestos, como el pago de IVA del primer trimestre, así como los impuestos aplazados u otros relacionados con la economía. Estamos en un estado de guerra, sin actividad económica. Con una economía totalmente paralizada, salvo contadas excepciones, el Gobierno debe permitir tres meses de moratoria. Tiempo habrá para ponernos al día. Dinero hay. El Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional están dispuestos a ayudar. La banca española, a la que salvamos todos los españoles hace 12 años, debe arrimar el hombro.
Las administraciones públicas -ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autonómicos- deben agilizar, asimismo, el pago a proveedores. La ley marca 30 días. Deberían cumplirla a rajatabla porque, si retrasan sus pagos, acabarán hundiendo a cientos de miles de pymes por falta de liquidez.
La prioridad es vencer al virus. Pero hay que tomar medidas para pensar en el día después. De lo contrario, la catástrofe matará civilmente a cientos de miles de personas que perderán su empleo, sus viviendas y las ganas de vivir.