Un kilómetro. Esa es la distancia que separa en lÃnea recta el antiguo domicilio de mi madre, donde vivió muchos años de su vida, en la emblemática calle Borrull de Valencia, con la calle Juan Llorens. En esa exigua distancia, que no deja de ser un pequeño fragmento de la totalidad de Valencia, cualquier ciudadano que transite a pie puede observar una sucesión de situaciones que le llevan a un diagnóstico tangible, y extensible a toda la ciudad, que le dice que a nivel de gobierno municipal, las cosas no funcionan.
Claro está que solo nombrar que mi ciudad está desgobernada por un alcalde sectario, llamado Joan Ribó y que hay un pacto de "sillones" entré CompromÃs y PSOE, que ya dura seis años, es señal por sà misma para llegar a esta clara conclusión. Pero el propio el mundo de los sentidos es siempre la mejor guÃa para que las personas puedan comprender qué sucede a su alrededor, asà como percibir la auténtica realidad y dimensión de las cosas.
En mi caso, mis sentidos no me engañan cuando les digo que partiendo desde el comienzo de la calle Borrull hacia la Gran VÃa, observo una gran degradación urbanÃstica. Me pregunto si es asà como trata el Ayuntamiento el patrimonio de sus calles más históricas. En esa calle y aledañas, los propietarios de las fincas de más de cincuenta años no son precisamente adinerados para poder abordar importantes reformas de su bolsillo, con objeto de pasar las inspecciones técnicas edificatorias. Además, en este mismo entorno, puedo percibir también que varios comercios emblemáticos han cerrado sus puertas para siempre con la crisis de la COVID-19, señal inequÃvoca de que las ayudas de las que tanto se jacta el gobierno municipal, no llegaron, o si llegaron, estas fueron claramente insuficientes.
Al llegar a la Gran VÃa Fernando Católico, observo caos circulatorio y un carril bici, sin separación del carril bus, que es una trampa mortal para todos los usuarios de la vÃa pública. Tampoco les será extraño si les digo que cuando he cruzado sola a pie de noche por esta gran arteria de Valencia, como mujer, he pasado miedo real. Creo sinceramente que Valencia ya ha entrado en el ranking de ciudades inseguras por la dejadez del gobierno municipal. Ribó y los suyos han permitido la degradación social de barrios enteros, han sido pasivos con el delito menor, no han hecho nada ante la venta ilegal de productos falsificados o robados en la puerta de los comerciantes que pagan religiosamente sus impuestos, permiten botellones masivos e incluso han mostrado una clara inactividad ante ataques incÃvicos al patrimonio universal y sobre elementos arquitectónicos de nuestras calles. Los propios muros de "Jesuitas" son un claro exponente para contemplar cómo este Ayuntamiento permite todo tipo de grafitis.
Caminando a mi destino en Juan Llorens, tanto si tomo la calle Quart, la calle Azcárraga, San Jacinto o la calle San Ignacio de Loyola, veo siempre calles sucias, con el suelo pegajoso y, según temporadas, incluso con los naranjos por podar y con sus frutas en el suelo por recoger. Una buena iluminación nocturna brilla siempre por su ausencia y las cucarachas en verano no son algo excepcional, puesto que hay un vicealcalde de Valencia, radical defensor de la flora y la fauna urbana, que dice que los alcorques vacÃos son para que crezcan los matorrales, y los solares son para que los gatos crÃen entre las hierbas y la maleza que impunemente deja crecer. Lo que no tiene claro este señor, es que también las ratas acaban criando en sus solares degradados.
En este kilómetro de desgobierno que les estoy describiendo, hay cruces de calles donde el asfalto está roto y parcheado y las aceras carecen de la mÃnima accesibilidad universal para personas mayores y personas con discapacidad. Como tónica general en el barrio y en toda la ciudad, tampoco hay suficiente aparcamiento público gratuito en las calles, porque el Ayuntamiento, en esta etapa polÃtica "de izquierdas", lleva años quitando masivamente a la clase trabajadora las plazas gratis para aparcar. Ahora bien, sus coches oficiales, de los que nunca se separan, duermen siempre calientes bajo techo.
Por fin llego a la calle Juan Llorens. Cuando alguien piensa en esta famosa calle, proyecta la imagen mental del ocio de antaño. En estos últimos años, el ocio ya solo es de dÃa y ni hosteleros, ni bares, ni pubs, ni comerciantes ni oficinas parecen crecer y salir adelante. Más bien, languidecen. Ese es el fruto de años de polÃticas municipales "comunistas", basadas en subidas de impuestos y tasas cada vez más altas. También, de castigo continuo a la clase media y olvido del autónomo, de las PYMES y de los trabajadores.
Amo mi ciudad, Valencia, la tercera ciudad de España, y amo los barrios donde nacà y me crie Pero en apenas un kilómetro, veo muchas cosas que no me gustan, consecuencia de que los valencianos no tienen el gobierno municipal que merecen. Y lo peor de todo es que, cuando salgo de ese kilómetro que tantas veces recorro, veo las mismas o peores cosas en el resto de mi ciudad. Espero sinceramente que en el año 2023 los valencianos reaccionen y clamen en las urnas por un cambio. Ciudadanos estará ahà para ser el agente activo y fundamental de ese cambio. Somos y seremos siempre la opción polÃtica más útil para unos necesarios tiempos de cambio, se lo aseguro.