El nuevo Papa, más allá de la ciencia o creencia
de cada uno, empieza a conÂseguir una cosa que con ciertas posturas
extemporáneas en materia social aparÂtaban éstas a la Iglesia de la realidad
social, vaciando los templos de fe y urÂdiendo un aislamiento que sólo
facilitaba progresivamente su marginación en esa becerril soledad de los
afortunados sin suerte. Como decÃa, el Papa Francisco por lo menos con sus
palabras y gestos 8 por ahà se empieza) abre la Iglesia al mundo o intenta
comprenderlo viviendo en él y no fuera o aparte.
Empieza a conseguir lo más imporÂtante en estos
tiempos calamitosos: gaÂnarse quizá el respeto de aquellos que no creen,
ganando si no fieles si al menos gente que respeta porque es respetada y no es
juzgada ni es ofendida con paÂrámetros que le son extraños y que no comprende
ni cree verdaderos y que afectan en exclusiva a su persona y esÂtrictamente a
su realidad. Esta es una forma también de comprender la realiÂdad personal de
cada cual más allá de las fronteras que cada uno inconscienteÂmente construye
alrededor de sÃ, no tilÂdando a la mujer que aborta en términos obscenos
esperando y obligando a ésta a ser una heroÃna sin querer ella serlo, pues sólo
compete a ésta y no al Estado fijar ni diÂrigir su voluntad a placer de otros.
El aborto sólo corresponde resolverlo a quien lo va a decidir pues nadie tiene
competencias para inÂmiscuirse en la vida más Ãntima de los demás sea con medidas
restrictivas, el escarnio o la burla humillante.
El nuevo Papa, más allá de todo heÂcho moral, ve
en el hombre y su misteÂrio un lugar que sólo corresponde a la propia
conciencia y a nadie más: a una conciencia que sólo depende de sà misÂmo y de
su voluntad sin sometimientos de ninguna clase más que las propias de toda
limitación humana.
En cuestiones como el aborto o el matrimonio
igualitario comprende más al ser que al "ha de ser" como si la verdad que cada
uno cree fuera extrapolable a los demás en las mismas circunstancias vitales,
no inmiscuyéndose en la intimiÂdad como si toda vida pudiera ser objeÂto de
censura y crÃtica desde la misma creencia, haciendo de la fe más una conÂdena
que una proposición evangélica que invita a acercarse a Dios y a su misterio.
Ganarse el respeto, posiblemente, es la forma
mejor de vivir tranquilo.